La ingesta de ciertos medicamentos comunes puede desencadenar una situación tan inesperada como angustiosa: dar positivo en un control de drogas sin haber consumido sustancia ilegal alguna. Este escenario, que parece sacado de una película, es una realidad para miles de ciudadanos que, por un simple resfriado o un dolor de espalda, se ven envueltos en un embrollo legal y administrativo. El problema reside en la similitud molecular entre algunos fármacos de venta libre o con receta y las sustancias que detectan los test, lo que provoca una reacción cruzada que arroja un resultado erróneo, sembrando la duda y la preocupación donde solo debería haber un tratamiento médico. Comprender este fenómeno es crucial en una sociedad donde los controles son cada vez más frecuentes, tanto en las carreteras como en determinados entornos laborales, y donde un error de este calibre puede tener consecuencias devastadoras para la reputación y la vida de una persona inocente.
La sorpresa es mayúscula cuando un ibuprofeno para la migraña o un jarabe para la tos se transforma en un positivo por cannabinoides o benzodiacepinas. La lista de fármacos implicados es más extensa de lo que la mayoría imagina, abarcando desde tratamientos para la alergia hasta antidepresivos. Conocer esta posibilidad no es alarmismo, sino una herramienta de prevención fundamental para cualquier conductor o trabajador sometido a este tipo de pruebas. Estar informado y, sobre todo, poder acreditar con un justificante médico la pauta de un tratamiento, se convierte en la única defensa eficaz ante el llamado ‘falso positivo por medicamentos’, una circunstancia que exige una mayor divulgación para evitar injusticias y malentendidos que podrían evitarse con la información adecuada y una simple prescripción médica a mano para demostrar la legitimidad del consumo.
2EL BOTIQUÍN DE INVIERNO BAJO SOSPECHA: ANTIGRIPALES Y DESCONGESTIVOS

Con la llegada del frío, el uso de antigripales y descongestionantes se dispara, y con ellos, el riesgo de un ‘falso positivo’ por medicamentos. Muchos de estos preparados contienen principios activos como la pseudoefedrina o la fenilpropanolamina, utilizados para aliviar la congestión nasal. La estructura química de estas moléculas es extraordinariamente similar a la de las anfetaminas y metanfetaminas. Un test de drogas en carretera o en un control laboral puede interpretar erróneamente su presencia, arrojando un positivo que dejaría perplejo a cualquiera que solo buscaba aliviar un catarro. Otro componente habitual en jarabes para la tos, el dextrometorfano, puede provocar en los análisis resultados falsos positivos para opiáceos y fenciclidina (PCP), una sustancia alucinógena. Este riesgo latente en el botiquín de cualquier hogar convierte la automedicación responsable y la información en herramientas indispensables.
Pero la lista no termina ahí, ya que incluso los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), probablemente los fármacos más consumidos en el mundo, pueden jugar una mala pasada. El ibuprofeno y el naproxeno, presentes en casi todas las casas para tratar desde un dolor de cabeza a una lesión muscular, se han asociado con falsos positivos por cannabinoides, la familia de compuestos del cannabis, y también por barbitúricos. Aunque la probabilidad es variable y depende de la dosis y del propio metabolismo del individuo, la posibilidad de que un analgésico de venta libre te sitúe como consumidor de hachís es una realidad documentada. Esta conexión, tan sorprendente como preocupante, pone de manifiesto la importancia de conocer los posibles efectos secundarios y las interacciones de los medicamentos que tomamos, por muy inofensivos que parezcan a simple vista.