En el centro de La Promesa, la lucha entre la opresión y la redención se desarrolla tras cada una de las decisiones. La finca, microcosmos de poder y resistencia, es escenario esta semana de muestras de valor, de rencores enquistados y de amores que se ven desafiados. Adriano y Catalina, tras días de incertidumbre, llegan a la siguiente decisión: reformar la propiedad para proteger a los que dependen de ellos. Pero en un mundo donde cada avance tiene un precio, sus actos no se quedarán sin respuesta.
3AMOR Y ESPERANZA EN LA PROMESA

En medio del caos se asoma un sentimiento puro entre los escombros de lo que fue. Toño, al terminar el exitoso vuelo de prueba de su avión, se da cuenta de que sus sentimientos por Enora van mucho más allá de la amistad. «No es solo admiración, es otra cosa», le asegura a Manuel, quien, después de un segundo de incertidumbre, le aconseja prudencia. «El amor no es un cálculo exacto, pero tampoco un salto al vacío», se atreve a advertirle su amigo.
Por otro lado, en tanto Toño se debate con sus dudas, Adriano y Catalina encuentran en la llegada del doctor Guillén un nuevo espíritu para la causa. «Simona y Ricardo encontraron el momento para lanzarse sobre el barón, nosotros podemos hacer lo mismo para cambiar La Promesa», asegura Adriano, agarrando la mano de su esposa. En sus ojos se nota la determinación por haber firmado un pacto de protección con un objetivo claro: reformar la finca, proteger a los trabajadores, y quizás, incluso sembrar las semillas de un futuro más justo e igualitario.
Pero en La Promesa, cada vez que se da un paso hacia la luz, engancha una sombra más larga. Las alianzas se resquebrajan, los secretos pesan, y el precio de la rebeldía aún no se ha saldado. Mientras la noche se cierne sobre la finca, suena en el aire la pregunta: ¿ganará el amor, la esperanza, a un sistema construido sobre el miedo?