En el centro de La Promesa, la lucha entre la opresión y la redención se desarrolla tras cada una de las decisiones. La finca, microcosmos de poder y resistencia, es escenario esta semana de muestras de valor, de rencores enquistados y de amores que se ven desafiados. Adriano y Catalina, tras días de incertidumbre, llegan a la siguiente decisión: reformar la propiedad para proteger a los que dependen de ellos. Pero en un mundo donde cada avance tiene un precio, sus actos no se quedarán sin respuesta.
2LA SOMBRA DEL PASADO

El rencor que siente Curro por el capitán se anida en su interior como un fuego eterno. Los descubrimientos que hace Lope en la mansión de los duques de Carril han reavivado las llamas de su ira hasta llevarlo a la orilla del enfrentamiento físico. «Esta vez no podrá escapar», dice el muchacho, con los puños apretados ante el recuerdo de cada cosa que él ha padecido.
La colisión entre ambos en La Promesa se produce inevitablemente y, cuando estalla, Cristóbal Ballesteros ha de interponerse para que no vaya a mayores. «La venganza no construye, solo destruye», advierte el mayordomo, pero sus palabras no son más que una soporífera, pérdida de tiempo. Curro ya no encuentra razones para templarse. Para él, el capitán representa un discurso hecho consistencia de todo el tormento por el que ha pasado.
Por otra parte, Lorenzo, asediado por Leocadia, huye de sus responsabilidades. La reputación de Ángela está en juego y su madre le exige soluciones. Pero el capitán, perito en el arte de eludir, sabe que hay un momento en que hay que pasar a la acción; «No hay escapatoria eterna», piensa, mientras observa a Curro alejarse por el pasillo con su mirada preñada de amenazas.