La planificación de la herencia digital es una de las grandes asignaturas pendientes de nuestra sociedad hiperconectada. Vivimos volcados en el universo online, acumulando un patrimonio virtual de un valor incalculable, tanto sentimental como económico, pero rara vez nos detenemos a pensar qué sucederá con todo ese legado cuando ya no estemos. Nuestras vidas enteras, desde la primera foto subida a una red social hasta la última conversación por mensajería, quedan almacenadas en servidores remotos. Son fragmentos de nuestra existencia que, sin una voluntad clara, corren el riesgo de desvanecerse en un limbo legal o, peor aún, de quedar inaccesibles para siempre para nuestros seres queridos.
Este olvido colectivo choca frontalmente con la realidad de un mundo donde las criptomonedas, los perfiles con miles de seguidores o las nubes repletas de recuerdos familiares son activos tan reales como una vivienda o una cuenta bancaria. El problema es que la legislación española, anclada todavía en el paradigma de los bienes físicos, no ofrece una respuesta clara a este nuevo desafío. Mientras el debate avanza con una lentitud exasperante, son las grandes tecnológicas las que han tomado la delantera, ofreciendo tímidas pero necesarias herramientas para que empecemos a tomar el control sobre nuestro futuro digital póstumo.
3EL TESORO ESCONDIDO: FOTOS, VÍDEOS Y ARCHIVOS EN LA NUBE

Posiblemente, la parte más valiosa desde el punto de vista sentimental de nuestra herencia digital son los miles de fotografías y vídeos que almacenamos en la nube. Servicios como Google Fotos, iCloud o Amazon Photos se han convertido en los álbumes familiares de nuestra era, depositarios de décadas de recuerdos irremplazables. El problema es que, sin las credenciales de acceso, estos tesoros digitales quedan bajo llave tras un muro de contraseñas y políticas de privacidad. Para las familias, la pérdida de estos archivos puede ser tan dolorosa como la pérdida de cualquier objeto físico heredado, un borrado irreparable de la memoria colectiva familiar.
Las compañías tecnológicas son extremadamente reacias a facilitar el acceso a estas cuentas sin una orden judicial específica, lo que convierte la recuperación de los archivos en una auténtica odisea burocrática. Sin embargo, existen mecanismos preventivos. Google, por ejemplo, ofrece el «Administrador de Cuentas Inactivas», una herramienta que nos permite decidir qué queremos que suceda con nuestros datos si dejamos de usar nuestra cuenta durante un periodo determinado. Podemos elegir que se notifique a un contacto de confianza y se le dé acceso a ciertos datos, o simplemente programar la eliminación automática de toda la información para proteger nuestra privacidad.