La compra de un coche de segunda mano a menudo se presenta como una oportunidad inmejorable, pero puede convertirse rápidamente en el inicio de una pesadilla si caemos en la extendida estafa de la garantía. El término «garantía europea» suena tranquilizador y robusto, casi como un sello de calidad impenetrable que nos protegerá ante cualquier imprevisto mecánico. Sin embargo, la realidad es muy distinta y mucho más compleja. Vendedores, tanto profesionales como particulares, utilizan esta nomenclatura como un gancho comercial para generar una falsa sensación de seguridad en el comprador, ocultando las limitaciones reales de la cobertura legal y contractual que ofrecen.
Este engaño se fundamenta en una confusión generalizada sobre lo que realmente ampara la ley. La mayoría de los compradores asume que la garantía es un paraguas total que cubrirá cualquier avería que surja tras la adquisición del vehículo, desde un elevalunas que deja de funcionar hasta un fallo catastrófico en el motor. Nada más lejos de la verdad. La legislación española, que transpone directivas europeas, es muy específica al respecto y diferencia claramente entre los defectos que ya existían antes de la compra y el deterioro natural de las piezas por el simple paso del tiempo y los kilómetros. Comprender esta distinción es el primer y más importante paso para no ser víctima de una desagradable sorpresa.
1LA LETRA PEQUEÑA QUE NADIE LEE: VICIOS OCULTOS FRENTE A DESGASTE

La clave de todo este embrollo reside en diferenciar dos conceptos que a menudo, y no por casualidad, se confunden. Los vicios ocultos, según nuestro Código Civil, son aquellos defectos graves que el coche ya tenía antes de la venta, que lo hacen impropio para el uso al que se destina o disminuyen de tal modo este uso que el comprador no lo habría adquirido de haberlos conocido. La ley protege al comprador frente a estos problemas porque se asume que, de haberlos conocido, no habría realizado la compra o habría pagado un precio considerablemente inferior por el vehículo. Hablamos de problemas estructurales, fallos graves de motor o caja de cambios que no son evidentes en una simple prueba de conducción.
Por otro lado, nos encontramos con el desgaste por uso, el gran caballo de batalla de todas las reclamaciones. Un coche, por definición, es una máquina sometida a un deterioro constante. Piezas como los neumáticos, los frenos, el embrague, los amortiguadores o la correa de distribución tienen una vida útil limitada y su sustitución forma parte del mantenimiento ordinario del vehículo. La garantía legal no cubre, en ningún caso, el reemplazo de estos componentes cuando su fallo se debe al uso normal y al kilometraje acumulado. Es precisamente en esta ambigüedad donde muchos vendedores sin escrúpulos construyen su particular estafa, negándose a reparar averías legítimas bajo el pretexto de que se trata de simple desgaste.