El miércoles 16 de julio, la serie Valle Salvaje vuelve a demostrar que es uno de los dramas más adictivos de la televisión. El embarazo inesperado de Julito, la frialdad de su madre y la explosión en el seno de una familia marcarán el punto de inflexión de la historia. Adriana y Julio viven un momento decisivo de su vida que podría marcar el futuro de una pareja. Y en la Casa Pequeña, la tensión llega a su punto de ebullición a través de una de esas revelaciones que lo cambiará todo. La serie encarna como ninguna otra, la construcción de personajes con matices donde se desarrolla un capítulo. Las emociones brotan, las máscaras caen.
1EL SILENCIO MÁS FRÍO DE VALLE SALVAJE

Los ojos de Adriana transportan la carga de una noticia que, en el contexto de un episodio ordinario de Valle Salvaje, ha de suponer previsiblemente una cuestión feliz. Sin embargo, la presentación de la nueva constituye un arma de doble filo: no recibe el regreso de un saludo cordial sino que, al contrario, le muestran una pared hecha de distancia calculada.
Julio, que a simple vista parece una persona serena, tras una fachada que esconde un torbellino. Para él, tener hijo es fortalecerse al considerar esta llegada como un paso más en su cadena de ataduras con Adriana a la cual, a su vez, irremediablemente aleja de Rafael. El momento del encuentro representa un ejercicio de nervios reprimidos: cada gesto de Julio, cada palabra que va eligiendo parece esconder una lucha reñida entre el deber y la desconfianza.
Mientras la mujer deambula entre una búsqueda desesperada de la emoción en sus ojos, él se va encontrando en el fantasma inminente de Rafael acompañado por una sonrisa parapetada. Hay cierta crueldad en la ironía: el vínculo, un engaño que se concluyó entre secretos, se va convirtiendo en un vínculo en el transcurso que se respeta públicamente con un hijo que, lejos de unirles, será la excusa del rompimiento.
Pero lo más demoledor es la angustia de Adriana, tragada por su propia felicidad. Mientras tanto, la sociedad encontrará en su embarazo un triunfo, ella como siempre convivirá en las sombras, arrastrando la angustia de saber que el hombre que quiere no existe. Julio, el hombre que ama y con quien tiene el hijo, se ha convertido en prisionero de otra mentira: el de fingir felicidad al tiempo que da vida al rencor.
Cuando el embarazo debería ser el inicio de una vida, se convierte, sin embargo, en un lazo que ambos deben cargar. Adriana busca para sí la esperanza de que lo que suceda va a terminar por cambiar el corazón de Julio, aunque lo que él ya ha comenzado a trazar, pues él -el hombre que ama- ha comenzado a trazar planes en la oscuridad.