El nuevo capítulo de La Promesa está a punto de convertirse en el eslabón que radicalice el relato. El pico de tensiones parece que se permite al fin el emerger de la historia en un clima de inmediatez, secretos y enfrentamientos contra el poder. Si el coche deja de existir dentro de este contexto puede llegar a transmitirse el doble sentido de ese momento de «no hay coche» y punto de partida de la fragilidad de la que viven los Lujan. La salud de Rafaela es complicada y los remedios parecen ser fatalmente inverosímiles. Esto hace que cada decisión transmita un dramatismo.
2PETRA ROMPE LAS REGLAS

Petra no ha podido dormir en dos noches en La Promesa. Si el cansancio físico puede ser una carga, la combustión interna no tiene ninguna comparación. Ha sido la injusticia que ha padecido Ricardo la que ha llenado la copa y, si hay otra cosa determinada, con María a su lado se atreverá a enfrentarse con el mismísimo Ballestero. Lo que había comenzado siendo murmullos en la cocina se ha convertido en un movimiento silencioso, pero inevitable: los sirvientes no se dejarán humillar.
María se siente sorprendida por el ímpetu de Petra. Ella siente que algo ha cambiado para siempre en la dinámica del servicio. Los gritos no se refieren a Ricardo, es cuestión de respeto, de que por fin sus ruidos sean escuchados. La complicidad de las miradas de las criadas, los gestos muy disimulados de las que apoyan, alimenta, sin poderlo evitar, una revuelta que podría hacerse situación explosiva en cualquier momento. Y Ballesteros, en su arrogancia, no lo llega a ver.
Leocadia desconoce lo que sucede tras las puertas de su hogar, muy ocupada en controlar las apariencias ante la alta sociedad. Pero cuando las bases de la fuerza se quiebran desde el suelo, ni las paredes más numerosas pueden evitar la caída. Si Petra y María logran enlazar al servicio, el palacio puede presenciar algo que nunca fue visto: una revolución de los invisibles.