«Valle Salvaje» continúa intensificándose, con el hilo de conflictos que pueden estallar en cualquier momento. El capítulo 208, que se emite este 15 de julio, llega cargado de giros de guion repletos de dramatismo y que dejarán a los seguidores al borde de la silla. Por embarazos no deseados y enfrentamientos familiares irreconciliables, la serie empieza a develar las consecuencias que conlleva esconder secretos en una realidad donde el poder decide absolutamente todo.
2JOSÉ LUIS Y SU SED DE VENGANZA

Si hay algo que define al duque de Valle Salvaje es su incapacidad para perdonar. Bernardo y José Luis vuelven a medirse en un nuevo arreón que no hace más que alimentar el rencor entre ellos. Pero, lejos de buscar ningún tipo de convivencia o paz entre las partes, el duque decide tensar aún más las tuercas, lo que indica que su crueldad no reconoce ningún límite.
Este es un encontronazo que, a la postre, tiene un objetivo muy claro: hacer sufrir a quienes tuvieron el atrevimiento de quitarle la autoridad. Atanasio, el secretario del duque, se convierte en el siguiente transmisor de malas noticias para Luisa y Matilde. Con cierto sacrificio, les lanza la noticia de que una nueva eliminación de derechos caerá sobre la Casa Pequeña, y, en ese sentido, podría decir «No es personal, sólo hago mi trabajo» para intentar justificarse; pero eso no hace más que acentuar su responsabilidad.
Son tan severas las decisiones que hasta él siente cierto malestar, si es que eso cambia algo su lealtad de larga duración; pero hay alguien que ya no va a callar: Alejo. Un Alejo hastiado por la tiranía de su padre y convencido de que a un hijo no lo puede dejar en manos de un padre tirano decide hacerle frente a su progenitor, en un arranque de rabia acumulada y frustración.
Merced a esta rebeldía, la cosa puede tener consecuencias imprevisibles, sobre todo si José Luis es capaz de poner sobre aviso este encuentro secreto que Alejo y Luisa han llevado a cabo. La respuesta puede hallarse en Bernardo, el único varón que ha conseguido hacer tambalear a su duque. Si Alejo busca un aliado, aquí lo tiene. Pero Bernardo tiene también sus propias batallas; no se llega a saber si tiene un riesgo más por alguien más.
Mientras tanto, José Luis sigue reforzando su control, convencido de que el miedo es la mejor forma de gobernar. Solo que el duque no sabe que cada una de sus acciones va sembrando las semillas de su propia caída. Luisa, Matilde y los demás habitantes de la Casa Pequeña ya no tienen nada que perder. «La presión extrema del opresor puede hacer que incluso los más débiles encuentren la fuerza para emanciparse a través de una rebelión», murmura Matilde, en el transcurso de uno de sus escasos momentos lúcidos.