jueves, 17 julio 2025

¿Manos y pies siempre fríos? Podría ser un síntoma del fenómeno de Raynaud y así te debes cuidar

El fenómeno de Raynaud es mucho más que la simple sensación de tener las manos y los pies fríos; es una respuesta vascular desmesurada que puede convertir un gesto tan cotidiano como coger un refresco de la nevera en un episodio de entumecimiento y cambio de color realmente llamativo. Afecta a un porcentaje no despreciable de la población, aunque muchos de sus sufridores ni siquiera saben que su particular batalla contra el frío tiene nombre y apellidos. Esta condición, que convierte una simple brisa fría o un momento de nerviosismo en una experiencia realmente incómoda, se manifiesta como un misterio que tiñe la piel de blanco, azul y rojo, dejando a quien lo padece con más preguntas que respuestas sobre su propio cuerpo y sus reacciones.

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Lejos de ser una mera excentricidad o una simple queja por la bajada de los termómetros, esta afección es un trastorno real de los vasos sanguíneos que merece ser comprendido en toda su dimensión. Para quienes conviven con esta sensibilidad extrema, cada invierno es un desafío y cada situación de estrés, un posible desencadenante. Entender por qué los dedos de las manos o los pies parecen tener vida propia, desconectándose del resto del cuerpo ante el más mínimo estímulo, no es solo una cuestión de curiosidad, sino una respuesta vascular exagerada que merece atención y, sobre todo, comprensión. Conocer sus mecanismos, sus detonantes y las estrategias para manejarlo es el primer paso para recuperar el control y mejorar la calidad de vida de forma significativa.

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DE BLANCO A AZUL Y ROJO: EL SEMÁFORO CROMÁTICO DEL RAYNAUD EN TU PIEL

Fuente Freepik

La manifestación más visible de un ataque de Raynaud es una secuencia de cambios de color en la piel que sigue un patrón muy definido, casi como un semáforo. La primera fase es la palidez, donde la zona afectada se vuelve blanca como la cera. Esto ocurre porque el vasospasmo interrumpe completamente el flujo de sangre arterial hacia esa área. En este momento, los dedos adquieren un aspecto ceroso y fantasmagórico debido a la interrupción del suministro sanguíneo, acompañado de una sensación de frío intenso y un entumecimiento que puede dificultar la realización de tareas finas. La sensibilidad táctil se pierde casi por completo en las zonas afectadas.

Tras la fase de palidez, y si el espasmo persiste, la piel adquiere una tonalidad azulada o violácea, una etapa conocida como cianosis. Este color se debe a que la sangre que ha quedado atrapada en los tejidos pierde su oxígeno. La sensación puede pasar del entumecimiento a un dolor sordo y molesto. Finalmente, cuando el espasmo cede y la circulación se reestablece, la piel se vuelve de un rojo intenso. Este retorno de la sangre provoca, una sensación de calor intenso y palpitaciones que, aunque indica la recuperación, puede ser bastante dolorosa, a menudo descrita como un hormigueo punzante similar a cuando una extremidad «se despierta» tras haberse dormido.


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