Viajar por carretera es una maravilla: paisajes, brisas y esa sensación de libertas sobre el asfalto. Pero no siempre es todo tan bonito. La seguridad importa, y por eso hay que cumplir una serie de reglas y de códigos. Que a su vez generan datos todos los años. La DGT coloca sus radares donde las estadísticas de siniestralidad y el volumen de tráfico más lo requieren, recordando que la velocidad sin control acarrea un golpe económico y moral.
En un país donde la conducción forma parte de la identidad diaria, conocer la localización de esos puntos de control es adquirir un superpoder. Planificar trayectos con apps de avisos y reducir la velocidad antes de entrar en cada tramo de riesgo evita facturas inesperadas. Frenar a tiempo no es solo prudencia, sino la mejor defensa ante la factura final y la tranquilidad de llegar sin sobresaltos.
3Tridente implacable en Málaga, Navarra y Cádiz

En 2024, la A-7 en Málaga (km 968) cazó 67 502 conductores; la A-15 en Navarra (km 127) sumó 60 878; y la A-381 en Cádiz (km 74) totalizó 54 835 sanciones. Ese trio de radares no distingue entre local, turista o transportista; todos pagan la prisa. Las autoridades locales coordinan con la DGT la instalación, analizando datos de siniestros y velocidad media para decidir las ubicaciones más efectivas.
El tráfico mixto de vehículos, la proximidad a núcleos urbanos y la presencia de accesos a zonas turísticas convierten estos tramos en trampas cinemétricas. Cada curva y recta, si se toman sin moderación, terminan en un boletín de multa que sorprende a quien pensaba conocer bien la ruta, dejando clara la jauría de radares al acecho.