El acceso a una red WiFi se ha convertido en una necesidad básica en la sociedad moderna, tan indispensable como el café que nos tomamos por la mañana en nuestra cafetería de confianza. Nos conectamos en aeropuertos para matar el tiempo de espera, en hoteles para trabajar o en centros comerciales para consultar una simple reseña. Esta conectividad constante nos ofrece una comodidad innegable, pero al mismo tiempo nos expone a un peligro invisible y silencioso. Cada vez que pulsamos «conectar» en una red pública, estamos abriendo una puerta de par en par para que los ciberdelincuentes accedan a nuestra vida digital, a menudo sin que seamos conscientes del riesgo hasta que es demasiado tarde.
La confianza es nuestro mayor enemigo en este escenario. Damos por sentado que la red con el nombre del establecimiento es segura, una extensión del servicio que nos ofrecen. Sin embargo, esta suposición es la base de una de las estafas más efectivas y rápidas que existen. Los atacantes no necesitan complejos conocimientos de hackeo ni equipos sofisticados, solo un poco de ingenio y la apatía generalizada de los usuarios. La cruda realidad es que cualquiera con un simple dispositivo y un software accesible puede robarte los datos en menos tiempo del que tardas en pedir un segundo café, aprovechando la facilidad con la que un atacante puede crear una réplica exacta de una red legítima para engañarnos.
1LA TRAMPA INVISIBLE: EL ANZUELO DEL WIFI GRATUITO

La psicología detrás de nuestra conexión a una red WiFi pública es simple y universal. Vemos las palabras «Gratis» o el nombre del local y nuestro cerebro lo interpreta como una oferta segura, una cortesía del lugar en el que nos encontramos. En la sala de embarque de un aeropuerto o en la mesa de un restaurante, la promesa de una conexión gratuita actúa como un canto de sirena al que es casi imposible resistirse. Esta conducta, casi un acto reflejo en el siglo XXI, es precisamente el cebo que utilizan los ciberdelincuentes, que han convertido estos espacios públicos en sus cotos de caza predilectos, sabiendo que encontrarán víctimas desprevenidas a cada minuto.
El peligro no radica necesariamente en la red WiFi oficial del establecimiento, que aunque puede tener sus propias vulnerabilidades, no es el origen del ataque más común. La verdadera amenaza es su gemela malvada, una red fantasma creada por el atacante con un nombre prácticamente idéntico. Puede que solo varíe un guion, una mayúscula o añadiendo la palabra «Gratis» al final. Nuestro dispositivo detecta ambas y, en la mayoría de los casos, nos conectamos a la que tiene una señal más potente, que suele ser la del atacante, quien se ha sentado estratégicamente más cerca de nosotros para asegurarse de que caigamos en su trampa. Una vez dentro, el juego ha terminado.