El pasillo de las carnes en el supermercado puede parecer una promesa de sabor inmediato, pero pocas veces miramos más allá de la foto apetecible en el envase. Cada bandeja encierra un universo de ingredientes que rara vez exploramos, y en esas brumas aparecen sorpresas que atentan contra nuestras expectativas. Por eso conviene detenerse, leer con calma y descubrir qué esconde realmente esa hamburguesa que vas a llevarte a casa.
Con el auge de las opciones listas para cocinar, muchos de nosotros hemos incorporado la hamburguesa de supermercado a la dieta sin cuestionarnos su composición. Pero, cuando la OCU pone esas piezas sobre la mesa de laboratorio, los resultados invitan a replantearse qué comemos y cómo lo etiquetan.
1El auge de las hamburguesas listas para freír

Las vitrinas refrigeradas exhiben hoy una gama que va desde la clásica carne picada hasta propuestas vegetales con promesas de sabor y salud. La OCU destaca que esta explosión de variedades refleja la búsqueda de rapidez y versatilidad, pero también el desconocimiento de lo que implica cada etiqueta y cada conservante.
Ese desfile de bandejas no siempre obedece a criterios de calidad: a veces basta un añadido de almidón o un toque de especias para enmascarar la procedencia o el porcentaje real de carne. Así, el consumidor acaba pagando sin saber si lleva un producto fresco o un preparado que poco tiene que ver con la idea de “carne de verdad”.