La DGT tiene en su punto de mira un aspecto del mantenimiento del vehículo que la mayoría de conductores cree tener bajo control, pero que esconde trampas que pueden costar muy caras. Todos sabemos que la profundidad del dibujo de los neumáticos no puede ser inferior a 1,6 milímetros, una cifra grabada a fuego en la mente de cualquier conductor. Sin embargo, lo que muchos ignoran es que superar esta prueba no es un salvoconducto universal. Existe una letra pequeña, una serie de condiciones que pueden convertir unos neumáticos aparentemente legales en motivo de una sanción considerable, porque ese mínimo legal no es la única barrera que nos separa de una sanción.
La sorpresa llega cuando un agente nos detiene y, tras una inspección visual, nos informa de que nuestros neumáticos, a pesar de tener un surco profundo, no son aptos para la circulación. Esta situación, cada vez más frecuente en los controles de carretera, no es un capricho ni una interpretación subjetiva. Se basa en criterios de seguridad vial muy específicos que van más allá de una simple medida. La clave para entenderlo es que, la seguridad activa del vehículo depende de cuatro superficies de contacto no más grandes que la palma de una mano, y su estado óptimo es innegociable.
3EL PELIGRO SILENCIOSO: QUÉ ES UN NEUMÁTICO CRISTALIZADO

La cristalización es uno de los enemigos más sigilosos de la seguridad vial y un peligro que la DGT vigila de cerca. Se produce cuando la goma del neumático pierde sus aceites y propiedades elásticas, volviéndose dura y rígida como el cristal. Este fenómeno puede ocurrir por una combinación de factores: el paso del tiempo, la exposición prolongada al sol y a los cambios de temperatura, o incluso la falta de uso, algo muy común en vehículos que pasan largas temporadas aparcados. El problema es que, un neumático cristalizado puede tener una apariencia impecable, con un dibujo profundo y sin desgastes visibles.
El peligro de la cristalización es la drástica pérdida de adherencia. Un neumático endurecido no tiene la capacidad de deformarse para adaptarse a las irregularidades del asfalto, convirtiendo la conducción en una experiencia similar a deslizarse sobre hielo, especialmente en condiciones de lluvia. Se puede detectar por una superficie anormalmente brillante y la aparición de pequeñas grietas en el flanco o entre los surcos. Para la DGT, esta condición convierte al neumático en un elemento de altísimo riesgo, motivo suficiente no solo para una multa sino incluso para la inmovilización del vehículo.