El calor no solo nos llama a zambullirnos en el mar o a explorar senderos olvidados, sino que también reta a nuestra piel a sobrevivir a jornadas maratonianas de sol y viento. Ese torrente de luz, salitre y altura obliga a establecer un protocolo casi militar para no pasarnos de frenada y acabar con la dermis suplicando auxilio. Hay que cuidar la piel.
Por eso, antes de llenar la nevera de bebidas frías o planear excursiones hasta el pico más alto, conviene diseñar un plan de acción que proteja y recomponga la barrera cutánea. Así evitamos arrancar la toalla con la piel estropeada y, en lugar de recuerdos de quemazón, nos quedamos con el placer de un bronceado sano y duradero.
8Alimentación que nutre el escudo natural

Lo que ingieres también repercute en tu piel. Frutas rojas, cítricos y verduras de hoja verde aportan antioxidantes y betacarotenos que potencian la resistencia a los rayos UV. Incluir un puñado de frutos secos diarios suma dosis de vitamina E, un aliado contra el estrés oxidativo.
Además, consumir alimentos ricos en omega-3, como el pescado azul o las semillas de chía, contribuye a mantener la piel elástica y menos propensa a rojeces. Otro consejo: lleva en la mochila rodajas de pepino o manzana para un snack refrescante que, de paso, te recuerda hidratarte a sorbos…