El calor no solo nos llama a zambullirnos en el mar o a explorar senderos olvidados, sino que también reta a nuestra piel a sobrevivir a jornadas maratonianas de sol y viento. Ese torrente de luz, salitre y altura obliga a establecer un protocolo casi militar para no pasarnos de frenada y acabar con la dermis suplicando auxilio. Hay que cuidar la piel.
Por eso, antes de llenar la nevera de bebidas frías o planear excursiones hasta el pico más alto, conviene diseñar un plan de acción que proteja y recomponga la barrera cutánea. Así evitamos arrancar la toalla con la piel estropeada y, en lugar de recuerdos de quemazón, nos quedamos con el placer de un bronceado sano y duradero.
6Evita duchas extremas para cuidar la piel

Una ducha fría al volver de la playa es un bálsam… hasta que el agua helada estremece demasiado y da pie a resecar la piel. Opta por agua templada y jabones suaves, sabiendo que las duchas cortas preservan la película protectora natural.
Y oye, que no pasa nada por saltarse el cardio bajo el agua caliente: mejor unos minutos de pie, masajeando con las yemas y aclarando completamente antes de aplicar la loción hidratante. Ese pequeño matiz marca la diferencia entre una piel tersa y otra tirante.