El calor no solo nos llama a zambullirnos en el mar o a explorar senderos olvidados, sino que también reta a nuestra piel a sobrevivir a jornadas maratonianas de sol y viento. Ese torrente de luz, salitre y altura obliga a establecer un protocolo casi militar para no pasarnos de frenada y acabar con la dermis suplicando auxilio. Hay que cuidar la piel.
Por eso, antes de llenar la nevera de bebidas frías o planear excursiones hasta el pico más alto, conviene diseñar un plan de acción que proteja y recomponga la barrera cutánea. Así evitamos arrancar la toalla con la piel estropeada y, en lugar de recuerdos de quemazón, nos quedamos con el placer de un bronceado sano y duradero.
4Combate el viento y la sequedad

En la montaña el viento no perdona: arrastra polvo y deshidrata la piel en cuestión de minutos. Protegerse con una crema barrera o un bálsamo untuoso antes de la ruta mitigará la erosión y mantendrá el cutis flexible y podrás cuidar la piel como su fueras una profesional
Una bufanda tubular o un pañuelo de microfibra cumplen doble función: calientan el cuello y reducen el impacto directo del aire frío o seco. Otra cosa… siéntete libre de colocarlo como cinta para el pelo o mascarilla improvisada cuando el viento quiera robarte más que el aliento.