La verdad es un arma de doble filo, y en «Valle Salvaje» acaba de caer en manos de los más peligrosos. El reciente descubrimiento que hace Victoria de la relación matrimonial que unía a Mercedes con Bernardo no es un giro en la trama, sino un seísmo que sacude los fundamentos de la Casa Grande. Encarnando a esos testigos de la unión que resulta ser tan siniestra como extraordinaria, Adriana y Rafael convierten la información en un billete para ir al poder con la finalidad de destruirlo, según quién se haga con ella.
3AMOR, CHANTAJE Y LA LÍNEA QUE LOS SEPARA

Úrsula no anhela un anillo de compromiso, busca una rendición incondicional. Su coacción a Rafael no es un acto desesperado, sino una muestra de poder que sabe que puede ejercer. Con los secretos que maneja, puede arruinar su relación con la joven Adriana o, peor aún, puede tenerlo en el disparadero del duque. En Valle Salvaje, el amor no se declara, se negocia. La garantía de que nuestro hombre caerá en la trampa está en la trampa misma.
Dicho de otra manera, Rafael se encuentra en un dilema: así acepta las exigencias de Úrsula, así se juega la vida de sumiso; pero sí se niega a todo, arriesga perder la relación o, lo que es peor, perderlo a él por la vida. La determinación de Úrsula no es una pasión, es una obsesión, y eso la vuelve impredecible.
Mientras tanto, Adriana continúa ajena a las intrigas de su porvenir. La ingenuidad de Valle Salvaje no es un valor, es un vicio. Rafael ha de actuar rápido. Su voz tiene más posibilidades de desmoronar el fin de su relación que cualquier chantaje que pueda sufrir.