La Promesa sigue poniendo de manifiesto por qué se ha convertido en un drama histórico de televisión de lo más adictivo. La tensión que se mueve entre Manuel y Leocadia escala niveles insospechados esta semana, con Enora como desencadenante de un conflicto que podría acabar convirtiéndose en una hacienda en llamas (matices que decoran la historia a cada uno de los muchos episodios de la serie). Pero no es el único frente abierto en la serie: amores truncados o ascensos prohibidos siempre podrían acabar por ser la clave de una multiplicidad de intereses extremadamente extendidos.
1BOICOT A LEOCADIA

Leocadia no precisa de enemigos en La Promesa: ella es su peor arma. Esta semana, la eterna rival de La Promesa vuelve a demostrar que no hay ambición que no sea capaz de satisfacer. Mientras quien se frota las manos es Ricardo pensando en su ascenso a mayordomo jefe, Leocadia cursa en la penumbra un plan para ponérselo en la frente. Las doncellas ya le han proporcionado la chaqueta de gala, símbolo innegable de su condición de nuevo mayordomo jefe, pero la realidad va a ser bien distinta.
El ascenso de un candidato externo es un terrible sopor que hace saltar por los aires los cimientos del servicio. El nombre del recién llegado aún resuena envuelto en un misterio, pero eso es suficiente para hacer estallar el caos. ¿Otro peón de Leocadia que entra en liza o una carta que guarda bajo la manga? Lo cierto es que Ricardo se va a caer muy fuerte, ilusionado y convencido como está. Y los rumores empiezan a correr muy rápido entre los criados, y la finca se parte entre veteranos y quienes no creen en el cambio.
Pero Leocadia no va a parar ahí. Para socavar la autoridad de Manuel va a hacer estallar su nuevo proyecto con Enora, la ingeniera hasta ahora vida. Ella es la pieza que descompensa el tablero. Él queda impresionado por su talento y decide integrarla en el equipo, cosa esta que enfurece a Leocadia. La guerra entre ambos no es solo la guerra por el poder, es la guerra por el control del futuro de La Promesa.