Existe un ‘Caminito del Rey’ del agua en el corazón de Alquézar, una joya medieval enclavada en la Sierra de Guara, en Huesca. Lejos de la fama de su homólogo malagueño, este recorrido ofrece una experiencia igual de vertiginosa pero con un protagonista diferente: el río Vero y sus increíbles aguas de color turquesa. Escondida en las entrañas de uno de los pueblos más bonitos de España, se despliega una ruta que combina la adrenalina de los puentes colgantes con la serenidad de un paisaje casi virgen. Un secreto a voces que cada año atrae a más viajeros en busca de emociones fuertes y parajes de una belleza abrumadora, que compite en espectacularidad con cualquier maravilla natural.
Lo que aguarda al visitante es mucho más que un simple sendero de montaña. Es un viaje al centro de un cañón horadado por el agua durante milenios, una obra de ingeniería perfectamente integrada en el entorno que permite caminar literalmente sobre el abismo. La ruta de las Pasarelas del Vero es una aventura para los sentidos, donde el estruendo del río, el frescor de la roca y la visión de los acantilados se funden en un recuerdo imborrable. Es, sin duda, una experiencia sensorial que atrapa desde el primer paso y que redefine el concepto de senderismo, convirtiendo un paseo en una auténtica inmersión en la naturaleza más salvaje y espectacular de Aragón.
ALQUÉZAR: EL TESORO MEDIEVAL QUE CUSTODIA EL CAÑÓN
Antes de que el vértigo se apodere de nuestros pies, es de justicia rendir tributo a la villa de Alquézar. Declarado Conjunto Histórico-Artístico, este pueblo es la antesala perfecta a la maravilla natural que esconde. Sus orígenes se remontan a la época musulmana, cuando se erigió como un enclave defensivo, y su imponente Colegiata de Santa María la Mayor, antiguo castillo, sigue dominando el paisaje desde lo más alto. Por eso, antes de iniciar el descenso a las pasarelas, es imprescindible perderse por sus calles empedradas y respirar su atmósfera medieval, descubriendo rincones llenos de encanto, portones de madera y escudos nobiliarios que nos hablan de un pasado glorioso.
El pueblo y el cañón mantienen una relación simbiótica, una convivencia perfecta entre la obra del hombre y la de la naturaleza. La belleza de Alquézar se entiende mucho mejor tras recorrer el cañón, y el cañón se siente más salvaje al contemplarlo desde la seguridad de sus miradores urbanos. Desde cualquier punto del pueblo, las vistas hacia la brecha del Vero son espectaculares, un recordatorio constante de la fuerza del agua. Mientras paseamos por sus calles, el pueblo parece suspendido en el tiempo, un balcón privilegiado desde el que asomarse a la fuerza de la naturaleza, un espectáculo que sirve como prólogo a la aventura que está a punto de comenzar.
EL DESCENSO AL PARAÍSO: ASÍ COMIENZA LA AVENTURA
La ruta de las Pasarelas del Vero parte desde el mismo corazón del pueblo de Alquézar. Junto a la plaza mayor, un sendero bien señalizado nos invita a abandonar el entramado urbano para iniciar el descenso hacia el río. El cambio de escenario es inmediato y radical. Pasamos de las calles soleadas y el murmullo de los visitantes al frescor y el silencio del barranco, acompañados únicamente por el sonido del agua, que se intensifica a cada paso. Es una transición que nos aleja del bullicio para sumergirnos en el silencio del cañón, un camino que nos prepara mentalmente para la inmersión en un mundo completamente diferente, gobernado por la roca y el agua.
Tras unos minutos de bajada por un camino zigzagueante, nos topamos con el primer tramo de pasarelas. Esta sección inicial, que nos conduce a la cueva de Picamartillo, es la primera toma de contacto con la estructura metálica anclada a la pared de roca. Es un aperitivo que nos permite acostumbrarnos a la sensación de caminar suspendidos a varios metros sobre el lecho del río. El color del agua en esta zona ya es un presagio de lo que nos espera más adelante, un turquesa intenso que parece irreal y que contrasta violentamente con el ocre de la piedra caliza. Este primer tramo es fundamental para calibrar nuestras sensaciones y prepararnos para la parte más impresionante del recorrido.
CAMINANDO SOBRE EL AGUA: VÉRTIGO Y BELLEZA A PARTES IGUALES
El tramo final y más famoso del recorrido es una auténtica obra de arte de la ingeniería. Se trata de un largo segmento de pasarelas metálicas que serpentean por la pared más vertical del cañón, ofreciendo una perspectiva única. Aquí la sensación de estar flotando sobre las aguas cristalinas es total, un diálogo constante entre la obra del hombre y la majestuosidad de la geología. Es imposible no detenerse cada pocos metros para admirar las formaciones rocosas, las pozas de un color esmeralda profundo y el vuelo de los buitres leonados que anidan en los riscos. Esta es la imagen icónica de las pasarelas de Alquézar, una experiencia que justifica por sí sola el viaje.
A pesar de la altura y la exposición, la estructura transmite una total seguridad en todo momento, lo que permite relajarse y disfrutar plenamente del espectáculo visual sin miedo. Los tramos de pasarela se combinan con pequeños puentes colgantes que salvan el cauce del río, añadiendo un extra de emoción al recorrido. Mirar hacia abajo desde estos puntos provoca un cosquilleo en el estómago, pero la recompensa es una visión inolvidable del cañón en todo su esplendor. Esta aventura en Alquézar está diseñada para el disfrute, combinando la adrenalina controlada con una belleza natural que sobrecoge y emociona a partes iguales, creando un recuerdo imborrable.
GUÍA DE SUPERVIVENCIA: CONSEJOS PARA NO PERDERSE NADA
Para disfrutar de la experiencia al máximo, hay que tener en cuenta algunas recomendaciones prácticas. La ruta de las pasarelas es de sentido único y es necesario adquirir una entrada, cuyo precio es simbólico y se destina al mantenimiento de la infraestructura. Se puede comprar online o en la oficina de turismo del pueblo. Es fundamental llevar calzado de montaña o zapatillas con buen agarre, ya que algunos tramos pueden ser resbaladizos por la humedad. No es una ruta excesivamente exigente, pero sí requiere una condición física mínima, especialmente por el tramo de subida final. Por supuesto, no hay que olvidar la cámara de fotos.
Planificar la visita a Alquézar puede marcar la diferencia. La duración del recorrido circular es de aproximadamente una hora y media, aunque es aconsejable tomarse más tiempo para disfrutar del paisaje sin prisas. Es muy recomendable llevar agua, sobre todo en los meses de verano. Para evitar las multitudes, lo ideal es realizar la ruta a primera hora de la mañana o a última de la tarde, momentos en los que la luz también es más bonita y resalta los colores del cañón. En temporada alta, como fines de semana o puentes, la afluencia es considerable, por lo que la anticipación es la mejor aliada para una visita tranquila.
EL LEGADO DEL VERO: UN FINAL QUE ES SOLO EL PRINCIPIO
El recorrido por las pasarelas concluye tras cruzar un último puente colgante y llegar a los restos de una antigua central hidroeléctrica que aprovechaba la fuerza del Vero. Este punto marca el final de la aventura acuática, pero no el del camino. La ruta de las pasarelas no termina al cruzar el último puente, sino con el ascenso de vuelta a la civilización a través de un frondoso olivar. Este último tramo, una subida constante pero suave por un camino de tierra, nos ofrece unas últimas vistas panorámicas del cañón y nos devuelve poco a poco al paisaje mediterráneo del Somontano, cerrando el círculo de la experiencia.
Al regresar a las calles del pueblo, la sensación es la de haber vuelto de otro mundo. Sin embargo, la experiencia no tiene por qué terminar aquí. El recuerdo de Alquézar nos invita a seguir explorando la Sierra de Guara, un paraíso para los amantes de los deportes de aventura como el barranquismo, para el que el río Vero es una de las mejores escuelas. Es un territorio lleno de barrancos, pinturas rupestres declaradas Patrimonio de la Humanidad y pueblos con un encanto especial. Las pasarelas son la puerta de entrada, la espectacular bienvenida a una comarca que ofrece mucho más de lo que parece a simple vista.