Este nuevo capítulo de Valle Salvaje es uno de los más potentes de esta temporada. Mientras el amor, la traición y la ambición cohabitan el espacio de los personajes, el equilibrio emocional del valle se rompe mientras las decisiones tomadas que son de carácter individual cambian la totalidad del entorno. Al mismo tiempo, el corazón del capítulo 201 alberga un plan perverso, una familia en combate y una mudanza que puede haber de cambiar el orden de las cosas.
3LA LLEGADA DE LOS DUQUES A VALLE SALVAJE

En uno de los otros espacios de Valle Salvaje, la vida de una pareja se convierte en otra y comienza, además, con un título de nobleza, que bien puede ser un exordio: Bernardo y Mercedes se convierten en duques de Miramar y se establecen en la Casa Pequeña. Lo que tiene que ser una celebración, por el contrario, trae recelos entre la gente del servicio, encabezada por Luisa y Matilde. Ambas doncellas sienten que su puesto de trabajo pende de un hilo, todo por estar atadas al pasado de Victoria.
Esa ansiedad de sentirse despedidas no es infundada. Mercedes, alguna vez enamorada, siempre ha sido una mujer exigente, pero es una mujer de muy buena memoria respecto a las lealtades del pasado. La Casa Pequeña se ha convertido en una partida de ajedrez. Las fichas del poder empiezan a moverse con cautela. Luisa y Matilde intentan adelantarse pero pronto se darán cuenta de que las nuevas reglas no son tan previsibles como ellas habían temido… Ni tan crueles como habían esperado.
Sin embargo, para Bernardo y para Mercedes -quienes parecen más bien desear una vida juntos- la guerra fría sigue viva. La paz en una relación de pareja es sólo el espejo de una guerra fría: no la guerra abierta, sino la guerra fría. Una interna, que, sin haber sido resuelta, se encuentra escondida, disimulada tras hábitos de vida en pareja, tras una convivencia a veces conllevando momentos incómodos.
Pero momentos que en todo caso presentan, en sus orígenes, las razones del tipo que tienden a dar la razón a las o reprochar las frustradas y a las ocultas también. La nobleza no se convierte, nunca, en barrera; todo lo contrario, el reconocimiento reiterado de esa nobleza tiende una vez más a acrecentar esa guerra, hasta cierto punto. En este sentido, cualquier error de las partes, cualquiera que sea puede ser más peligroso que el simple «vos».