Al miércoles 2 de julio; la Promesa vuelve con un capítulo que mezcla traiciones, desmesuradas ambiciones y ocultos talentos. La finca de los Luján es el campo de batalla entre Martina y Catalina, mientras Toño desafiaba a Manuel para seguir la dictadura de su corazón. En los salones de la alta sociedad Lope baila al borde del abismo, y Leocadia va tejiendo su red con una frialdad que devoraría a los de su misma corte. Cada escena es un tablero de ajedrez donde las piezas se mueven con un peligroso propósito.
1UNA GUERRA VIVA EN LA FINCA

La tierra de La Promesa no es únicamente un bien de explotación, sino también un bien bellamente disputado. Martina ha callado durante tantos meses que se ha ido consumiendo su paciencia; la llegada del capítulo 628 de La Promesa hace que su paciencia se agote. El conocimiento de que Catalina ha firmado un contrato sin consultarla, inicia un conflicto que hace meses entraba en combustión. No se trata apenas de una cuestión de protocolo, sino de una cuestión de respeto, de una cuestión de legitimidad.
Martina exige un lugar en la gestión de la tierra como la persona que es, mientras que como la persona que es, Catalina se resiste a perder terreno. Las conversaciones entre las dos gozan de una carga irónica, de un tono punzante. «Una firma no es sólo un trazo de tinta, es una cuestión de confianza», dice Martina entre las palabras, subrayando que lo que está en juego va más allá de la cuestión económica.
La tensión se incrementa, y en un momento dado, un grito rompe el comedor de la hacienda, atrayendo miradas hacia la escena. A la vez murmuran los trabajadores: la finca se podía dividir, y la familia con ella. No obstante ello, Catalina no accede a dar un paso atrás. Con fría intencionalidad, sostiene que su decisión ha salvado a la finca del desastre y que la que está fuera de juego desde hace meses no puede cuestionarla en el presente. «Las cuentas no se llevan con sentimentalismos», argumenta, desafiante.
Nada de ello intimida a la que ya no puede esperar nada de la familia, que exige ver los papeles y amenaza a Catalina con que se lo llevará a la corte si así lo considera necesario. Lo que era solo un desacuerdo administrativo ha derivado en la contienda por el poder familiar. En medio de la revuelta, aparece un testigo inesperado: el administrador de la finca, que desvela que el contrato de que se trata tiene unas cláusulas que favorecen a un tercero.
¿Está Catalina siendo manipulada o es ella la que manipula? La suposición se instala como un veneno, y Martina jura que no dejará de investigar hasta dar con la verdad. Mientras tanto, los campos, mudos testigos de esta batalla, continúan produciendo, ajenos el drama humano cuyo transcurrir se da entre sus muros.