El Gobierno de Pedro Sánchez mantiene desde hace años una relación ambigua, y llena de altibajos, con las principales cadenas de televisión privadas de España. El PSOE denuncia la tendencia conservadora de los dos grandes operadores privados, protesta por la escasez de voces afines en algunas tertulias y por la obsesión antigubernamental de varias estrellas. Pero a la vez evita la guerra contra sus dueños, respalda leyes que las benefician y se apoya en algunas de sus figuras cuando le conviene reforzar su mensaje.
No es una anomalía nueva. Desde la entrada de las televisiones privadas a finales del siglo XX, el poder político ha jugado con los medios como quien mueve fichas en una partida de ajedrez. Felipe González concedió licencias a Antena 3 y Telecinco y luego intentó controlar ambas; José María Aznar asaltó Antena 3 gracias a Telefónica y presionó hasta el extremo a Telecinco; y José Luis Zapatero apadrinó Cuatro y La Sexta, y, como gesto de compensación a los operadores tradicionales, eliminó la publicidad en RTVE.
Mariano Rajoy bendijo que Antena 3 absorbiera a La Sexta, que lastraba con su línea editorial al PSOE; y Pedro Sánchez ha combinado un discurso de confrontación y acuerdos discretos con los grandes operadores.
Al igual que el socialismo ha mantenido históricamente una guerra retórica con la Iglesia. mientras promovía privilegios hacia el clero, con las cadenas televisivas el enfrentamiento en algunas ocasiones también es más escénico que real.
LOS ‘ENEMIGOS’
El Ejecutivo se ha quejado reiteradamente del tratamiento que recibe en programas como ‘El Hormiguero’, donde Pablo Motos promueve las críticas al Gobierno. Contra Motos surgió en la pública David Broncano. Su salto a TVE fue bien visto por La Moncloa, que lo considera un contrapeso generacional e ideológico frente al padre de Trancas y Barrancas.
Los palos de ‘El Hormiguero’ y los editoriales antigubernamentales de Vicente Vallés conviven en Atresmedia con los productos que capitanean Jordi Évole, Julia Otero o Wyoming, más del gusto de La Moncloa (que ha abierto varias veces sus puertas a Antonio García Ferreras para entrevistar al presidente, muy alérgico a los cara a cara fuera de TVE y la SER, y saludó la llegada de proyectos como ‘Conspiranoicos’ de La Sexta, que actuó como contrapeso de ‘Horizonte’).
Cabe recordar que las relaciones entre PSOE y los dueños de Atresmedia no son siempre espinosas. El presidente Pedro Sánchez publica sus libros con el Grupo Planeta. Además, el Gobierno ha aprobado leyes que benefician directamente a estos grandes grupos, como la Ley del Cine.
Una enmienda socialista permite que desde 2022 las filiales de las grandes compañías en abierto y de las plataformas sean consideradas ‘productoras independientes’ y se acojan a sus ventajas.
El Gobierno también ha suavizado las restricciones publicitarias de los canales privados, eliminando las limitaciones de 12 minutos comerciales por hora, y (como era de esperar) acaba de renovar por 15 años las licencias de TDT sin poner obligación a que estos canales produzcan ni un solo minuto de producción propia al año (que es lo que ocurre en varios de ellos, saturados de repeticiones y productos foráneos de baja calidad).
De todo ello se beneficia también Mediaset España, que incomoda al PSOE con Ana Rosa Quintana o Iker Jiménez, pero cuenta con la exministra socialista Cristina Garmendia como presidenta, al directivo antaño afín al socialismo canario Francisco Moreno como jefe de Informativos y a una cara amable para el progresismo como Carlos Franganillo como presentador estrella de lo mismos.

En esta batalla, el Gobierno conserva armas clásicas de presión que podría utilizar frente a las privadas: rebaja de la inversión en publicidad institucional, posible retorno de anuncios a RTVE, o imposición de multas selectivas a través de la CNMC.
Pero también ha aprendido a actuar con guante blanco. Lo hace promoviendo formatos en la pública como ‘Mañaneros 360’ o ‘Malas lenguas’, que compensan el rugido de la ultraconservadora caverna mediática madrileña e intentan lastrar las audiencias de programas de las televisiones privadas como ‘Al rojo vivo’, ‘Todo es mentira’ o ‘Más vale tarde’.