El fenómeno Labubu ha conquistado el mundo, incluida España. Incluso quienes aún no sepan bien de qué se trata —unos muñecos con forma de elfo, cada uno con un disfraz distinto— probablemente los hayan visto decorando móviles, tabletas o portátiles de algún conocido. La fiebre por estas figuras ha llegado a calar entre celebridades como David Beckham o Rihanna, lo que ha reforzado aún más su popularidad global. Ese entusiasmo generalizado se ha traducido en un éxito sin precedentes para la compañía que los fabrica, la china Pop Mart, que ha logrado disparar sus beneficios cerca de un 600% en apenas dos años.
En los mercados bursátiles, el rendimiento de Pop Mart no ha sido menos espectacular: la cotización de la compañía va camino de triplicarse solo en lo que llevamos de año. El impacto ha sido doble: por un lado, han conseguido introducir con éxito los muñecos entre millones de personas de todo el mundo; por otro, han multiplicado sus ingresos y beneficios a través de una combinación muy eficaz de diseño llamativo y una estrategia comercial y financiera agresiva. El diseño rompedor de los Labubu, con su estética entrañable pero inquietante, se ha combinado con un enfoque empresarial que sabe cómo generar deseo y escasez.
Porque, en realidad, a pesar de verlos por todas partes en redes sociales y accesorios, los muñecos son relativamente difíciles de adquirir. Incluso en el corazón del fenómeno Labubu —la tienda insignia de Pop Mart en Shanghái, un espacio gigante que parece un parque temático para coleccionistas— no es tan sencillo hacerse con uno de estos muñecos. Y menos aún con el que uno desea.
Para reforzar todavía más esa percepción de escasez, los compradores no pueden elegir directamente qué figura adquirir. Solo es posible comprar una ‘caja sorpresa’ cuyo contenido es totalmente aleatorio. Este mecanismo, muy popular entre los coleccionistas, fomenta la compra compulsiva y el intercambio entre fans, lo que alimenta aún más la viralidad. Aunque no siempre es así: recientemente se celebró una subasta especial en la que sí era posible adquirir algunas ediciones limitadas. ¿El resultado? Un coleccionista llegó a pagar 150.000 dólares por uno de ellos.
El éxito Labubu aterriza en España
España, como era de esperar, tampoco ha sido inmune al fenómeno Labubu. Durante el último año, hemos impulsado activamente nuestra expansión internacional, profundizando nuestra estrategia a través de diversos medios (…) Hemos abierto nuestras primeras tiendas físicas en cinco países: Vietnam, Indonesia, Filipinas, Italia y España«, señala la compañía en sus cuentas anuales presentadas este mes de junio.

En el caso español, Pop Mart desembarcó oficialmente a finales de noviembre del año pasado, con la constitución de una sociedad específica: Pop Mart Spain. Esta filial se creó con el objeto social de «comercio al por menor de juegos y juguetes en establecimientos especializados» y se registró en Barcelona, en la calle Rita Bonnat. En paralelo, la compañía abrió también su primera tienda física en el país, aunque de manera temporal: funcionó entre principios de diciembre y el 15 de enero, dentro del centro comercial El Triangle, en el centro de la ciudad condal.
Con esta nueva sociedad, Pop Mart dejó atrás su modelo previo de operar en el país mediante una entidad no residente: Pop Mart Hong Kong Limited. Un cambio que responde tanto a razones de control operativo como fiscales. Y es que el anterior modelo, basado en una firma sin estructura física en territorio español, se enfrentaba a una normativa más estricta y a una presión fiscal elevada, con tasas impositivas que oscilan entre el 19% y el 24%.
Una estructura fiscal pensada al milímetro
La nueva sociedad española, además de cumplir con la regulación local, permite beneficiarse de algunas ventajas pensadas para pequeñas empresas. Cuenta con un capital social inicial de apenas 3.000 euros. Pero lo realmente relevante no es eso, sino el hecho de que Pop Mart Spain está controlada desde Países Bajos, a través de una sociedad intermedia: Pop Mart Netherlands.
Con esta estructura, la empresa se asegura una fiscalidad más favorable para los beneficios generados en España por la venta de los Labubu. La decisión de establecer su sede operativa europea en Países Bajos se tomó en 2023, incluso antes de que el fenómeno explotara con fuerza en el continente.
La apertura de un holding en Holanda no es casual. El país se ha convertido en uno de los principales centros de operaciones para multinacionales, gracias a su marco fiscal más laxo. Según un estudio del diario Volkskrant, 91 de las 100 mayores empresas del mundo operan en el país por, entre otras cosas, motivos fiscales. Pop Mart, como muchas otras compañías, podrá beneficiarse de importantes exenciones: no pagará impuestos sobre los dividendos, intereses o royalties. Eso le permite retirar beneficios de España sin apenas tributar, o bien recurrir a prácticas comunes entre grandes fondos, como canalizar beneficios mediante el pago de intereses a su matriz, que no tributan en origen.
En definitiva, la estructura actual de Pop Mart en España no solo le permitirá seguir aprovechando el enorme tirón de sus muñecos Labubu, sino también reducir al mínimo su factura fiscal. A través de una planificación financiera conocida como “sándwich holandés”, podrá transferir los beneficios generados en nuestro país hacia Países Bajos, y desde allí a otros territorios considerados de baja tributación, como Hong Kong, donde se encuentra su sede central.