El cáncer de páncreas es conocido en el ámbito médico como el «enemigo silencioso» por su capacidad para desarrollarse durante meses, incluso años, sin dar señales claras de su presencia. Esta naturaleza sigilosa es la principal causa de su diagnóstico tardío y, en consecuencia, de su elevado índice de mortalidad. Sin embargo, la ciencia ha comenzado a desvelar patrones y pistas que antes pasaban desapercibidas. Un síntoma en particular ha emergido como una posible señal de advertencia increíblemente temprana, una manifestación física que, de ser reconocida a tiempo, podría cambiar drásticamente el pronóstico de una de las enfermedades oncológicas más temidas y complejas que existen.
Este síntoma es la ictericia, el característico color amarillento de la piel y los ojos. Aunque es una señal bien documentada del cáncer de páncreas en fases avanzadas, investigaciones recientes sugieren que puede aparecer de forma sutil mucho antes de lo que se pensaba, incluso hasta un año antes de que otras pruebas confirmen el diagnóstico definitivo. Esta revelación pone sobre la mesa una herramienta de sospecha clínica de un valor incalculable, un aviso que el propio cuerpo emite y que, si se interpreta correctamente, podría ofrecer la oportunidad de actuar cuando el tumor es todavía tratable y las opciones terapéuticas son mucho más efectivas para combatir esta enfermedad.
4¿QUIÉN ESTÁ EN LA DIANA?: FACTORES DE RIESGO QUE AUMENTAN LA VULNERABILIDAD

Si bien el cáncer de páncreas puede aparecer en cualquier persona, existen ciertos factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollarlo. Algunos de ellos no son modificables, como la edad, ya que el riesgo se incrementa significativamente a partir de los cincuenta años, siendo la mayoría de los diagnósticos en personas mayores de sesenta y cinco. La historia familiar también juega un papel crucial; tener un familiar de primer grado (padre, hermano o hijo) que haya padecido la enfermedad duplica el riesgo. Asimismo, ciertas mutaciones genéticas hereditarias, como las del gen BRCA2 (asociado también al cáncer de mama y ovario) o el síndrome de Lynch, confieren una predisposición mucho mayor.
Por otro lado, hay factores de riesgo que sí dependen del estilo de vida y, por tanto, son modificables. El tabaquismo es el factor de riesgo evitable más importante, duplicando o incluso triplicando las posibilidades de desarrollar un cáncer de páncreas. La obesidad y el sobrepeso también están claramente ligados a un mayor riesgo, así como la pancreatitis crónica, una inflamación prolongada del páncreas. Un dato de enorme relevancia es la relación con la diabetes, ya que la aparición súbita de una diabetes tipo 2 en una persona mayor de cincuenta años sin otros factores de riesgo puede ser, en algunos casos, una manifestación temprana de un tumor pancreático subyacente.