viernes, 27 junio 2025

«Sueños de Libertad»: Begoña cada vez sospecha más de la relación entre María y Raúl y piensa que es más íntima de lo que dicen

Con el capítulo 337 de «Sueños de Libertad», se prevén giros inesperados, amores marginales, confesiones que amenazan con despistar a muchos personajes. Begoña ya no puede eludir sus señales: entre María y Raúl existe algo más que los cuidados a los que ha de prestar atención una vez más. Al mismo tiempo, Don Pedro va entrelazando su propia red de sospechas tras el hallazgo casual de Pelayo y Cobeaga, y Gabriel demuestra estar a la altura ante Damián aunque no todo el mundo quiere celebrarlo.

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SOSPECHAS QUE CORROEN

Fuente: Atresmedia

En Sueños de Libertad, Begoña siempre ha tenido un buen olfato para descubrir lo que se esconde en el interior de las personas, lo que esconde lo que en un determinado momento se hace verdad. En esta ocasión, fija su mirada en Raúl y María, percibiendo gestos, sonrisas significativas y una clara manera en la que los cuerpos los evidencian en la relación que los vincula, que les une, y que en este momento va más allá del profesionalismo, de la relación médico-enfermera, y empieza a tener otro nombre.

Lo que más la inquieta es la forma en que la enfermera parece buscar excusas para estar junto a Raúl; parece que los cuidados que los unían han perdido su sentido. Ahora ya no son sólo los cuidados propios de la relación médico-enfermera; hay miradas que duran más de lo que son necesarias, hay conversaciones que se susurran una frente a otra, y por encima de todo, hay una tensión absolutamente nueva que Begoña no recuerda haber vivido antes.

«Si esto sigue así hablaré con ella», repite en voz baja mientras empieza a ilusionarse ante la posibilidad de una conversación. Pero después, esa misma voz que mantiene su pensamiento pletórico, le hace ver que una confrontación directa puede ser el desbordamiento de algo que tiende a ser un corrimiento de lugar. Mientras tanto, la actitud protectora de Raúl con su enfermera parece no tener fin. «De esto está claro que nadie se pueda dar cuenta en la colonia».

Por otro lado, Don Pedro se convierte en un espectador involuntario de una escena reveladora. Se encuentra de repente a Pelayo y a Cobeaga, sabiamente identificados en un restaurante, donde muy bien percibe la complicidad que hay entre ambos, dando especial importancia a la forma con la que el diseñador mira al joven perfumista. Su cabeza sigue dando vueltas: ¿qué interés puede tener Cobeaga en el perfumista Pelayo? ¿Por qué se muestra tan bien acompañado el chico Luis?

La desconfianza de Don Pedro no acaba aquí ni se limita a esta rara amistad. Su encuentro con Gabriel, por otra parte, se nos presenta como un campo de batalla. «No soy un títere que puedas manejar a tu antojo», le dice literalmente Gabriel, dejando por supuesto claro que no le teme al patriarca. La respuesta de Pedro no se hace de rogar: fría, calculadora, pero con una furia reprimida que promete desencadenarse en cualquier momento.

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