Las paredes del palacio de los Luján en La Promesa encierran en su interior secretos, intrigas y, especialmente, historias de lealtades absolutamente inquebrantables; pero hoy, esos mismos corredores se preparan para un cambio que afectará no solo a los fogones, sino al mismísimo corazón de todo el rango noble. La marcha de Rómulo Baeza, el mayordomo interpretado por Joaquín Climent no es solo el abandono de un personaje, sino todo el cierre de un capítulo en «La Promesa».
1EL PESO DE UNA DESPEDIDA

En un palacio de La Promesa donde la gente de alta cuna gritaba, apagando los gritos de los sirvientes, la figura de Rómulo Baeza era la única que se oponía a esta situación: él era un hombre que gobernaba en silencio. Su figura no solo servía para imponer el orden de las cocinas, sino que también era un puente entre los dos mundos enfrentados e irreconciliables: el de los señores y el de los que los servían. Los otros personajes se desgastaban con las luchas de poder y Rómulo Baeza era la brújula moral que impedía que nadie se desmoronara.
Se situaba en el vértice de las expectativas que había generando unas funciones de las que le costaba desprenderse; él era el consejero no elegido pero sí elegible, el que sabía lo que podía, lo que le tocaba en el momento justo para ser moralmente correcto y justificar su pasotismo, el que conocía los secretos antes de que se revelaran. Esa llegada de Emilia no solo activa un amor nostálgico, sino que lleva a Rómulo Baeza a una verdad incómoda: su vida en el palacio ha sido, a pesar de haber dado significado a su vida, también una renuncia a su propia felicidad.
Los espectadores han visto cómo el personaje de Climent, por ejemplo, a través de pequeños gestos dejaba vislumbrar el cansar de los años, de los años en que él había servido. Ahora, en este momento, va a elegir algo para sí; va a elegir y ha decidido elegir; va a elegir y esa elección le redime. El vacío que dejará será consideradísimo. ¿Quién intercederá entre los Luján y su servicio? ¿Quién apaciguará los ánimos con sólo una palabra? No tiene título nobiliar, pero su autoridad es incuestionable.
La ausencia de su figura va a obligar a los restantes personajes a crecer, a producir conflictos que él, el personaje, resolvía antes con la discreción. El palacio, acostumbrado a sostenerse con su mano, deberá aprender a sostenerse sin él. Aun así, la serie seguirá, pero la serie se haya sidoo dada la circunstancia de que, en dependencia con lo que venga, él, el personaje, sabría ordenar e interceder.