El móvil ha sido durante años el enemigo público número uno al volante, el sospechoso habitual en cualquier conversación sobre distracciones y seguridad vial. Sin embargo, en la era de la hiperconectividad y los vehículos cada vez más tecnológicos, un nuevo contendiente le disputa ese dudoso honor, y según la Dirección General de Tráfico, con argumentos de peso para considerarlo aún más peligroso. Esta amenaza, integrada en el propio salpicadero, puede pasar más desapercibida, pero sus consecuencias son igualmente devastadoras, acechando en cada trayecto donde la atención se desvía, aunque sea por unos instantes, de lo verdaderamente importante: la carretera.
La familiaridad con estas pantallas integradas, desde el navegador GPS hasta los sistemas de infoentretenimiento, puede generar una falsa sensación de seguridad, como si su uso fuera una extensión natural de la conducción. Nada más lejos de la realidad. La DGT advierte que manipular estos dispositivos en marcha, incluso para tareas aparentemente sencillas, implica desviar la vista y la concentración durante segundos que pueden ser cruciales, convirtiendo una comodidad moderna en un riesgo latente capaz de desencadenar un accidente con la misma o mayor facilidad que el uso indebido del teléfono.
4EL CÓCTEL EXPLOSIVO: DISTRACCIÓN VISUAL, MANUAL Y COGNITIVA AL UNÍSONO

Manipular una pantalla táctil mientras se conduce no es una distracción simple, sino un complejo entramado de factores que merman de forma simultánea varias capacidades esenciales para una conducción segura. En primer lugar, se produce una distracción visual, ya que los ojos abandonan la carretera para centrarse en la interfaz del dispositivo, perdiendo información vital del entorno. Esta es, quizás, la más evidente, pero no la única ni necesariamente la más peligrosa cuando se combina con las otras, una situación que el uso del móvil también provoca con frecuencia.
A la distracción visual se suma la manual: una o ambas manos se retiran del volante para interactuar con la pantalla, reduciendo la capacidad de maniobra ante un imprevisto. Pero la más insidiosa, y a menudo subestimada, es la distracción cognitiva. El cerebro, ocupado en procesar la información de la pantalla, seleccionar opciones y ejecutar la tarea deseada, reduce su capacidad de atención a la conducción, disminuyendo los tiempos de reacción y la toma de decisiones acertadas frente a situaciones de riesgo. Este cóctel de distracciones convierte una acción aparentemente trivial en una conducta de alto riesgo, tan peligrosa o más que hablar por el móvil sin manos libres o enviar un mensaje.