El nivel de tensión que existe en La Promesa ha llegado a un momento que no tiene vuelta atrás. Lo que había sido un simple conflicto familiar ha ido derivando en una guerra silenciosa, donde las lealtades se rompen y donde los secretos están a punto de explotar. Ángela, desafiando a su madre Leocadia, le ha hecho frente desde los propios jardines del propio palacio, resistiendo frío y humedad, con una determinación que ha conmovido incluso a los sirvientes más fieles.
3UN AMOR CONDENADO EN LA PROMESA

Rómulo ha decidido que la promesa de un mejor futuro para él y Emilia no es algo que pueda llevarse a cabo; huir. Es consciente de que su relación no será aceptada por Alonso, por lo que busca la ayuda de Catalina para prepararse para escapar. «No hay futuro, sólo hay cadenas aquí», le dice la octogenaria, quien, a pesar de sus reticencias, parece comprender la desesperación de Romu.
Catalina, que teme las nefastas consecuencias que ese plan puede tener, no puede negarle su asistencia. «Si te quedas, Alonso te va a matar a ti y a la chica», le advierte, mientras le entrega un baúl con monedas que había escondido el anciano. En cuanto a Emilia, vive un tira y afloja entre la esperanza y el miedo. «Ya no hay días lejanos; cada día que pasa es un día más próximo a que Alonso pueda descubrirlo», le dice Rómulo en uno de esos pocos momentos a solas que tienen.
Pero Alonso es un hombre de cuidado. Sus espías están por todas partes, y ya ha empezado a sospechar que su hijo quiere hacer algo. Cuando indaga a uno de los criados acerca de los pasos de Rómulo, su mirada se densifica. «Nadie escapa de La Promesa sin mi consentimiento», murmura, y en sus palabras hay una amenaza que corta el aliento.
Los amantes juegan con la contra del reloj. Bien pronto han de escapar si no quieren ser separados para siempre por Alonso. Aun así, aunque escapen, ¿qué se van a encontrar más allá de los muros del palacio? «El mundo no tiene compasión por quienes son huir con nada», susurra Catalina fijándose en Rómulo mientras se esfuerza en arreglar sus cosas. Una cosa está clara: lo que decidan va a dejar un rastro de caos a su paso.