martes, 17 junio 2025

Así es el «golpe de efecto» de Volkswagen… para vender salchichas

Cuando hace un par de semanas, Gunnar Kilian, uno de los miembros del consejo de administración de Volkswagen, auguraba un «golpe de efecto» de la firma alemana para el 16 de junio, muy pocas personas podían imaginar lo que estaba a punto de llegar. Y es que no se trataba de un nuevo modelo deportivo, eléctrico ni de un plan revolucionario para que la firma recupere el rumbo perdido, sino del lanzamiento de un paquete de salchichas en rodajas con salsa de tomate «ideal para el microondas».

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Eso sí, no se trata de cualquier salchicha, sino de la famosa currywurst de Volkswagen, un producto que Gunnar califica de culto, con un «estatus de éxito de ventas internacional». También conocida como el «item no. 199 398 500 A», en referencia a una de las piezas que utiliza en sus vehículos, parece cada vez más evidente que es lo poco destacable que ahora mismo tiene el fabricante de vehículos para sus clientes. De hecho, desde 2017, el número de currywurst vendidas ha pasado de siete a 8,6 millones, lo que supone un crecimiento del 22,8%.

En comparación, el número de coches vendidos por la firma ha caído un preocupante 21,8%, pasando de 6,2 millones en 2017 a poco más de 4,8 millones en 2024. Y si nos fijamos en su capitalización bursátil, la situación empeora aún más: Volkswagen ha perdido alrededor de 28.000 millones de euros en valoración, lo que representa más de un tercio de lo que valía precisamente en 2017.

CURRYWURST, UNA HISTORIA DE ÉXITO

La ‘historia salchichera’ de Volkswagen comienza en 1973, curiosamente un año antes de lanzar al mercado el primer modelo del Volkswagen Golf, cuando los cocineros que trabajaban en la planta de Wolfsburgo idearon una receta de salchicha baja en grasa (con un tercio menos que otros productos similares), aderezada con una salsa de tomate picante. Desde entonces, no puede negarse el éxito de la idea. Primero, porque la demanda de los propios trabajadores se disparó, hasta el punto de llevárselas a casa. Más tarde, la compañía empezó a producirlas en masa, en un rincón de la gigantesca fábrica que las vio nacer.

Registran oficinas de Volkswagen por los “pagos excesivos” a un jefe sindical
Krisztian Bocsi/Bloomberg

Desde la planta de Wolfsburgo, las currywurst se distribuyen a sus actuales puntos de venta. Entre ellos, se incluyen numerosos supermercados alemanes, el Volkswagen Arena (el estadio de fútbol de la ciudad) y los comedores de todas las fábricas del grupo. Este último, sin duda, es uno de los lugares donde más se valoran. De hecho, cuando en 2021 la compañía propuso que el comedor de su sede principal sustituyera sus salchichas carnosas por comida vegetariana, se desató una auténtica rebelión. Incluso el excanciller Gerhard Schröder intervino, proclamando que la currywurst es la “barra energética” del trabajador de fábrica.

Hasta hace poco, la currywurst solo se ofrecía en su formato tradicional, que no ha cambiado desde 1990: fabricada casi exclusivamente con carne de cerdo (el único cambio fue eliminar la carne de res) y vendida en paquetes de cinco unidades envasadas al vacío. Sin embargo, los planes de Volkswagen (en otro “golpe de efecto”) han ido más allá, con versiones veganas, vegetarianas e incluso halal (elaboradas según los ritos del Corán).

¿GOLPE DE EFECTO DE VOLKSWAGEN?

Para los fanáticos de la currywurst, las nuevas versiones pueden suponer una buena noticia, incluso un verdadero golpe de efecto. Pero no lo será para los inversores. Y es que los problemas estructurales de Volkswagen no hacen más que agravarse. El principal recurso que tiene la firma para afrontarlos —cerrar fábricas y despedir personal— no parece tener mucho recorrido. En parte, porque los trabajadores cuentan con un poder considerable dentro del grupo. Daniela Cavallo, la principal representante sindical de Volkswagen, advirtió de una «resistencia férrea» nada más conocerse las intenciones de la dirección.

El desarrollo de software ha resultado ser un desastre: la unidad responsable, Cariad, solo ha logrado «entregar programas torpes y con mucho retraso», según los analistas.

Tampoco ayuda el hecho de que la compañía lleva años derrochando dinero en su intento por transformarse en un fabricante de coches eléctricos. Aunque Volkswagen asegura que invertirá unos 165.000 millones de euros en ese proceso, los inversores muestran cada vez más desconfianza. Oliver Blume, CEO del grupo, ya ha cancelado planes para una nueva planta de coches eléctricos, detenido el lanzamiento de varios proyectos y, recientemente, recortado esa ambiciosa cifra en 5.000 millones. Además, el desarrollo de software ha resultado ser un desastre: la unidad responsable, Cariad, solo ha logrado «entregar programas torpes y con mucho retraso», según los analistas.

A todo esto se suma un panorama geopolítico incierto, que afecta a dos de sus mercados clave: Estados Unidos y China. Por fortuna —o por desgracia—, las perspectivas para su negocio de salchichas parecen bastante más prometedoras. Tal vez esa sea, en realidad, la única buena noticia que llega este año desde Wolfsburgo.


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