El argumento de Valle Salvaje llega a su cúspide en este nuevo capítulo, en el que las decisiones tomadas bajo presión van a marcar el destino de sus personajes. Mercedes y Bernardo han convertido su amor en un campo de minas, donde van a afrontar la voluntad de las consecuencias de haber traspasado las reglas de un mundo en el que rige tanto el poder como la apariencia. Aquello que un día fue un lazo de proximidad y de sinceridad es, actualmente, un lazo sin capacidad para escaparse de las consecuencias del dominio y de las traiciones deseadas.
1MERCEDES, ¿REBELDÍA O RESIGNACIÓN?

Mercedes ha llegado a un cruce de caminos en Valle Salvaje donde el dolor forma parte de cada una de las alternativas que se le presentan. La una, el fantasma de Bernardo, convertido en un jornalero con mirada compasiva de Leonardo; la otra, la exigencia de José Luis, donde sus deseos parecen irse por el sumidero de un futuro que no desea y al que, a la fuerza, le obligan y a lo que parece imposible negarse. La pregunta que recorre el ambiente está clara: ¿se acepta la entrega o se logra hallar la fuerza necesaria para rebelarse por última vez?
Victoria continua, exultante, celebrando lo que parece la victoria definitiva. Pero deja de lado un pequeño, pero importante detalle: Mercedes no es una mujer que se atenga a lo que puede dar la vida sin ir a la lucha. La aproximación de Mercedes a la futura duquesa no significa haber tocado la última carta; al contrario, es un movimiento en un tablero donde las piezas no han terminado de moverse. ¿Logrará convertir a su rival en una aliada, o será así también sólo otra alucinación en un desierto de decepciones?
Lo que también hay que tener en cuenta es un tercer protagonista de esta partida: José Luis. Su anhelo por retener a Mercedes es más que la ruptura de la tradición; es una lucha familiar por el poder. Cada palabra, la mirada…, constituyen una jugada bien calculada, para conservar, a pesar del conflicto del escritor, su poder. Sin embargo, hasta los tiranos más insensibles cometen errores, y la pifia de haber despreciado el sentimiento de Mercedes podría serla su debilidad.
A su vez, Bernardo, empotrado en su impotencia, exhibe el rostro más brutal de la injusticia. Su amor por Mercedes le ha convertido en un ser destrozado, pero también en la imagen de lo que sucede cuando el sistema decide triturar a los osados que lo desafían.