El sol se oculta tras las montañas de Valle Salvaje, pero la oscuridad que cubre sus habitantes no es la de la noche, sino que es la que cubre conflictos que están a punto de devorarlos vivos a todos. El enganche del capítulo 187 promete un terremoto emocional cuyas réplicas cambiarán la suerte del destino de todos ellos. Raimunda está luchando a muerte, el marqués afila garras y un matrimonio no esperado divide el pueblo entre la esperanza y el recelo; por su parte, Mercedes y Bernardo hacen aguas peligrosas y Adriana parece estar al borde del abismo.
3AMOR EN TIEMPOS DE CHANTAJE
El romance de Mercedes y Bernardo ya no es un secreto, y eso transforma al amor en un blanco fácil. Victoria no ha dejado el acecho. Se ríe nada más enterarse de la noticia que se expande rápidamente. «Por fin tengo algo que de veras les duele», dice mientras juega con la carta que puede conducir a la perdición de vidas enteras. En Valle Salvaje el amor es un capricho de muy pocos.
Pero Mercedes no es la mujer frágil que piensan algunos. «Si Victoria cree que me va a amedrentar, no sabe con quién se las va a ver», le dice a Bernardo en un momento de extraña intimidad. Él teme más por ella que por sí mismo. El peligro no es sólo el de la amenaza, sino el que la gente es capaz de infligirse por la envidia.
El marqués, por su parte, ha seguido tejiendo la red. ¿Victoria será la próxima pieza?, o ¿se cruzarán la espada contra el imperio? La frontera entre los aliados y los enemigos aquí es tan fina como el haz de un cuchillo. Y dan sangre en este juego siempre los mismos. Victoria guarda la carta en un cajón, más tiene la cabeza inquieta.
Ella es consciente de que el poder de la información es efímera: si no se usa a tiempo, se pierde. Mercedes no se queda de brazos cruzados: «Bernardo, hay que ponernos en marcha antes de que lo haga ella», dice, y su determinación sorprende incluso a su amante. El valle va a vivir un conflicto silencioso.
Bernardo, aunque aturdido, no puede reprimirse de admirar la fuerza de Mercedes: «Eres sorprendente», le murmura, pero ella niega con la cabeza: «No es valor, es necesidad. Aquí se lucha o se muere». Efectivamente, el marqués se entera del conflicto que está empezando a surgir. Para él es la paja que aviva el fuego de la confusión que busca.
Los rumores en el pueblo acerca de Mercedes y Bernardo crecen como la hierba. Algunos los ven con desdén, otros los compadecen, mas ninguno permanece fuera de centro. Victoria está a la espera de un momento que le parezca oportuno para darle la patada, pero Mercedes ha jugado sus propias cartas.