Ese ruido que hace tu nevera por la noche se ha convertido en la banda sonora no deseada de muchas madrugadas, un acompañante sigiloso que rompe el silencio del hogar. Se trata de un zumbido, un traqueteo o un gorgoteo intermitente que, aunque ignoremos durante el día entre el ajetreo cotidiano, se magnifica en la quietud nocturna. Muchos lo asumen como un peaje inevitable del electrodoméstico, un achaque de la edad que simplemente hay que soportar. Sin embargo, este sonido es mucho más que una simple molestia; es una señal de alerta que nos está enviando el aparato, un aviso de que algo no funciona de manera óptima y que, de paso, está inflando nuestra factura de la luz.
Lo que la mayoría de la gente desconoce es que detrás de este molesto concierto no siempre se esconde una avería grave o la necesidad inminente de llamar a un técnico. En una abrumadora cantidad de casos, la causa es mucho más mundana y su remedio, sorprendentemente rápido y sencillo. Existe un truco, o más bien un par de comprobaciones de apenas cinco minutos, que puede devolverle la paz a tus noches y la eficiencia a tu frigorífico. Se trata de prestar atención a dos aspectos fundamentales que solemos olvidar por completo, y que son la clave para entender por qué nuestra nevera protesta cuando debería estar trabajando en silencio.
1EL MONSTRUO QUE VIVE EN TU COCINA: IDENTIFICANDO AL CULPABLE DEL RUIDO

Antes de entrar en materia, es fundamental entender que no todos los ruidos son iguales. Una nevera moderna emite sonidos normales durante su funcionamiento: el suave zumbido del compresor al arrancar, el chasquido del termostato o el goteo del sistema de descongelación automática. El problema surge cuando estos sonidos se vuelven excesivamente altos, constantes o aparecen nuevos traqueteos metálicos o vibraciones. Es entonces cuando ese electrodoméstico esencial se transforma en una fuente de estrés, un síntoma de que el motor está trabajando más de la cuenta para mantener el frío interior. Este sobreesfuerzo es el verdadero quid de la cuestión, tanto para el ruido como para el consumo energético.
Este fenómeno se intensifica por la noche por una simple razón: el silencio ambiental. Durante el día, el ruido de la calle, la televisión o las conversaciones enmascaran el funcionamiento de la nevera. Pero cuando todo se apaga, cualquier vibración anómala resuena en la estructura de la casa. Escuchar ese ronroneo irregular justo cuando intentas conciliar el sueño puede ser desesperante, esa sensación de que algo no funciona como debería en uno de los electrodomésticos más importantes del hogar. La buena noticia es que, en la mayoría de ocasiones, no hay un monstruo averiado en la cocina, sino un gigante al que simplemente le estamos haciendo la vida un poco más difícil de lo necesario.