La carga de la culpa puede llegar a ser una pesada carga, especialmente cuando el pasado se convierte en un eco constante que no deja tregua; de hecho, en el próximo capítulo de La Promesa, Curro va y viene de nuevo entre el remordimiento y la obsesión. Una situación que lo convierte en un luchador en la difícil aceptación de la pérdida de su madre, Eugenia. Situación, por otro lado, que otros personajes se encargan de narrar. El de hoy es un episodio que promete sorpresas y conflictos afectivos profundos.
3JUEGOS CONSTANTES DE PODER

La pulsera de esmeraldas ha llegado a ser un símbolo de las tensiones ocultas de La Promesa y Ricardo no piensa en otra cosa que no sea aferrarse a la pulsera sin respuestas de todo tipo: Curro, Lope y Pía han de recuperar la pulsera, pero con el mayordomo no va a ser fácil entablar esa conversación. «Quiero que me explique la procedencia de esta joya», dice Ricardo como si diera paso a una pelea de astucias, donde las palabras son más potentes que las acciones.
Pía, decidida a resolver el problema, hace -en un acto de sinceridad- una mentira. «Era un regalo para mí», dice Pía con un aplomo que no siente y a la espera de que Ricardo no perciba la tembladera en su voz, pero el mayordomo no es un hombre fácil de engañar. Sus ojos estrechos la examinan, como si pudiera entrever hasta la última de sus dudas. Si se llega a develar la verdad, los desastres que podían producirse serían imponentes comparados con lo que ahora imaginan.
Mientras tanto, Lope y Curro se echan miradas cómplices, saben que están jugando con fuego. Si Ricardo se percata de la mentira no sólo perderán la pulsera; de forma paralela, todo lo que intentan ocultar, sus secretos ya lo fueron, se expondrá al peligro. En este juego en el que intervienen las apariencias y la autenticidad, un solo paso en falso puede provocar una tormenta que arrastre a todos.