sábado, 26 julio 2025

Inteligencia artificial y periodismo: la revolución silenciosa

El pasado jueves la Asociación de Revistas de Información (ARI) organizó en el Espacio Bertelsmann de Madrid un extraordinario seminario titulado ‘IA avanzada para redactores‘ que estuvo dirigido por los especialistas de la compañía Prodigioso Volcán.

Publicidad

Durante seis horas se exploraron un sinfín de herramientas y se reflexionó sobre el papel de la inteligencia artificial en la creación de contenidos. Aunque esta no fue solo una clase de herramientas técnicas o de consejos sobre los prompts que se le solicitan a la IA, sino una verdadera inmersión en este campo. Y una guía para asumir que esta revolución ya está aquí.

Carmen Torrijos, lingüista computacional y directora académica del curso, y Álvaro Medina, periodista experto en nuevas narrativas e IA, insistieron en un mensaje claro: la IA no es solo «esa máquina que escribe sola», como algunos creen, ni solo una amenaza inmediata para el trabajo de redactor periodístico, sino una herramienta complementaria muy útil.

Los ponentes pidieron no caer en el catastrofismo ni en el rechazo automático. La inteligencia artificial, según ambos, no solo viene a sustituir al periodista, aunque probablemente las plantillas mengüen, sino a liberarlo de tareas mecánicas y repetitivas para que pueda concentrarse en lo esencial: aportar valor añadido y echar carbón a la máquina, es decir, encontrar noticias o historias.

Durante el curso se abordó cómo la IA puede ayudar a resumir algunos textos, evitar la transcripción manual de entrevistas, mejorar la redacción de textos repetitivos, buscar nuevos ángulos informativos, corregir y traducir contenidos, y generar imágenes, gráficos e incluso vídeos.

Medina habló sobre cómo muchos periodistas aún sienten vergüenza al admitir que usan inteligencia artificial en su trabajo. Lo más sorprendente, según él, es que en la mayoría de las redacciones aún no existen criterios claros sobre su uso, pero más lo es que la mayoría de países no la estén regulando (España es pionera en el ramo ya que el el Consejo de Ministros aprobó en marzo el Anteproyecto de Ley para el buen uso y la gobernanza de la Inteligencia Artificial).

En este sentido, el periodista destacó el ejemplo de eldiario.es, uno de los pocos medios españoles que ha hecho una declaración pública sobre cómo utiliza la IA en sus procesos editoriales. También la BBC ha publicado recientemente su propia guía ética sobre esta tecnología. RTVE, por su parte, ha utilizado la herramienta para cubrir elecciones y su Instituto imparte el curso ‘IA en el audiovisual’, que es sufragado por los fondos europeos.

Grupos como Prisa o Le Monde han optado por llegar a acuerdos con OpenAI para ceder parte de su trabajo periodístico a cambio de compensación económica o visibilidad dentro de sus modelos, lo que plantea la posibilidad de que plataformas como ChatGPT releven a Google y se conviertan en el punto de partida para buscar cualquier tipo de información, tal y como está comenzando a ser TikTok para los más jóvenes.

Esta posible transformación del ecosistema informativo abre un debate crucial sobre derechos de autor, modelos de negocio y sostenibilidad del periodismo en la era algorítmica. De hecho, durante el curso también se citó el caso del New York Times, que ha demandado a OpenAI por el uso no autorizado de sus contenidos después de destaparse que fue la segunda fuente más utilizada para entrenar a ChatGPT, solo por detrás de Wikipedia.

CAMBIOS

Más allá de las redacciones, la IA ya empieza a cambiar la vida cotidiana. La Generación Z, por ejemplo, la emplea como asistente personal, como en la película ‘Her’: desde complementar carísimas sesiones de terapia hasta diseñar rutinas de ejercicio, dietas o resolver dudas cotidianas. Es una revolución silenciosa, pero profunda.

ia Merca2.es
ChatGPT se ha convertido en una de las herramientas más utilizadas a nivel popular. Foto: Europa Press.

La IA es tan revolucionaria como lo fueron la imprenta o la máquina de vapor, con una diferencia clave: esta vez, el impacto no será solo físico o económico, sino intelectual. Es la primera revolución tecnológica que puede afectar directamente a las élites del conocimiento: periodistas, escritores, editores o creativos. Lo cual las obliga a resetearse o, si llega el Apocalipsis laboral que algunos pronostican, pedir educadamente la instauración de una renta básica.

Para algunas voces es necesario evitar tanto el ludismo (no hay debate ante el establecimiento de la IA en el entorno periodístico, que ya es un hecho, sino cómo hay que implementarla) como el oportunismo. No se trata de rechazarla por miedo ni de fiarlo todo a la IA, sino de comprenderla, aprender a usarla y establecer marcos éticos.

Este debate ya ha comenzado en foros internacionales. La Federación Internacional de Periodistas (FIP) ha publicado recientemente una serie de recomendaciones sobre el uso responsable de la IA en los medios.

La organización subraya que el contenido generado por IA debe ser supervisado por periodistas humanos y no debe utilizarse para reducir la calidad informativa ni desplazar la ética profesional. También alerta sobre los sesgos presentes en los modelos de lenguaje, la escasa disponibilidad de estas herramientas en idiomas distintos al inglés, y la necesidad de una regulación internacional en la que los periodistas estén representados.

Sin estas garantías, la tecnología podría ser utilizada con fines autoritarios. Hoy en día China emplea sistemas de reconocimiento facial basados en IA para ejercer vigilancia sobre su población. Este es un ejemplo de cómo la inteligencia artificial también puede ser una amenaza para la democracia y un acelerador del tecnofeudalismo que sustituya el Estado del bienestar por los ‘Juegos del hambre’.


Publicidad