El palacio de los Luján en La Promesa vuelve a acoger emociones en el límite, esas emociones que contribuyen a establecer un formato dramático que resulta imposible insensibilizar. El episodio 611 de la ficción española, que se emite este viernes 6 de junio, no solo abre un anticipo –es una antesala, a partir de ahora, de algo que estaba ya determinado; todo ello combinado con un torbellino de situaciones irreversibles- si bien tras el brutal bautismo de Andrés y Rafaela, la familia intenta reconstruirse por medio de las traiciones, las pasiones y los peligros que surgen de la penumbra.
1EUGENIA Y EL TORREÓN

La narración de este nuevo capítulo de La Promesa se inicia con la representación más dura que puede imaginarse: Eugenia, de pie en el bordillo del torreón, con el pequeño Andrés en brazos, mirando al vacío y representando la desolación de Eugenia, pero el abismo emocional al que ella ha conducido a la familia Luján. Su gesto, ¿se trata del hecho por el cual iba a recibir venganza o del grito sordo y ahogado de una mujer que se ha ido? La respuesta a esta pregunta iba a determinar su destino.
El héroe inesperado, convertido en Curro, intenta apresurarse, es decir, frenar lo irrefrenable. Su grito cargado de urgencia y angustia trata de penetrar en la vida de Eugenia antes que sea tarde. Pero la retórica se queda en un lugar complejo: la pregunta que permanece en el aire es si podrá salvarlas a las dos o si el palacio se convertirá en el escenario de una tragedia. El espectador se pregunta si Eugenia, en lo que parece ser su último momento de lucidez, será capaz de abrir paso a la razón o si lo que le queda es haber dejado atrás el odio que la ha consumido.
La familia Luján intenta hacer un balance de lo que ha pasado, porque Catalina vive entre la felicidad de haber recuperado su hijo con el miedo a lo que pudo haber sido. El torreón se erige entonces en emblema de la caída de los Luján. Si Eugenia da el salto, arrastrará a su paso no solamente a Andrés sino también a los últimos restos de la confianza en palacio.
Pero si Curro logra detenerla, ¿habrá espacio para el perdón? ¿O acaso su nombre, entonces, quedará registrado a perpetuidad como el de la mala que casi acabó con la familia? Esto viene a ser, en definitiva, un momento que no define un posible crimen como la posibilidad de que el amor sea capaz de vencer el rencor. Y en La Promesa, donde las segundas oportunidades son escasas, a lo mejor todos saldrán descolocados.