La ficción vuelve a asestar un fenómeno con un capítulo de Sueños de Libertad que viene cargado de emociones, secretos familiares y un desenlace que dejará a la audiencia sin respiración. Un avance más de la serie, pero también el próximo capítulo de Sueños de Libertad, es un avance de la historia de amor que contiene al mismo tiempo uno de los conflictos reprimidos en amor secreto, cartas olvidadas, traiciones y otros acontecimientos ya idiosincráticos. La trama abunda en fantasmas de un amor difícil para tejer una obra íntima de pasiones. Pero todo resulta sólo un afluente para arribar a la catástrofe que argumentalmente convertirá a la vida de María y Andrés en una irrevocable parábola.
2AMOR Y DOLOR EN SUEÑOS DE LIBERTAD

El consuelo de Marta y de Begoña en Sueños de Libertad, unidas como están por sus amores de cariz común pero que, sin embargo, el mundo no les permitiría vivir, es el reflejo de cómo de forma tan grotesca como tierna se vive a veces la felicidad en la clandestinidad: «Amar a escondidas es tan dulce como amargo», le susurra Begoña en una de las escenas más emocionantes. La colonia se está preparando para la boda de Digna y de Don Pedro, pero éstas se encuentran para mostrar que el verdadero amor no tiene por qué corresponderse con los caminos más convencionales.
Pelayo le da la razón a Marta, pero no la censura, la abraza y le promete que siempre serán capaces de superar cualquier cosa: «Amar no es esconderse que existimos, sino encontrar a alguien que nos quiera tal como somos, incluso con nuestras sombras», le dice, cosechando con su respuesta la primera sonrisa de Marta en días. «¿Y qué más da?», le susurra con ternura a Begoña, dirigiendo a la misma la afirmación válida de lo mejor y de lo peor, pues el amor ya no vive escondido; no tiene tanta suerte. Su amor sigue siendo un secreto a voces, un secreto que si llegara a descubrirse podría llegar a transformarse en una condena.
Claudia, por su parte, no deja de sentir que en la muerte de Mateo el tiempo se detuvo para ella, mientras que ver a su padre feliz con Digna le produce una inconfundible mezcla de felicidad y agravio. «¿A caso él sí merece una segunda oportunidad, y por qué yo no?», susurra mientras acomoda el centro de mesa de la boda. Manuela, quien la oye desde lejos, se decide a intervenir: «El dolor no es una competición, Claudia, todos llevamos el nuestro a nuestra manera».
Raúl, dolido, se aferra a la esperanza de que regrese María, pero al llegar a la casa a recoger sus cosas, la mirada fría que le lanza lo destruye por dentro para después decirle con la voz a punto de quebrarse: «No es el adiós lo que duele, sino saber que lo que hemos compartido para ti no significó nada»; María no responde, pero su mirada denota una lucha: ¿de verdad se prefiere dejarlo todo atrás?