sábado, 7 junio 2025

Anabel Pantoja deja a David Rodríguez en casa y cumple con la promesa que hizo hace meses

Anabel Pantoja ha vuelto a conectar con una de las tradiciones más significativas de su vida. Tras unos días intensos en Andalucía acompañada de su pareja, David Rodríguez, y su hija Alma, la influencer ha dejado momentáneamente a su familia en casa para cumplir una promesa que llevaba años guardando en silencio. Este miércoles 4 de junio, la sobrina de Isabel Pantoja ha emprendido el Camino de El Rocío, una experiencia profundamente emocional que no vivía desde hacía quince años y que ahora retoma con la misma ilusión con la que lo hizo por primera vez. La determinación de Anabel por agradecer y cerrar un ciclo personal la ha llevado hasta Almonte, en la provincia de Huelva, donde ha iniciado su andadura con la Hermandad de Almonte y uno de sus mejores amigos, Antonio Abad, que la acompaña en esta travesía espiritual.

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Un viaje muy especial

El viaje que ahora ha emprendido Anabel tiene también un componente espiritual que va más allá del agradecimiento. La influencer ha dejado ver que hay promesas que se hacen en silencio y se cumplen en soledad o en compañía de quienes saben comprender sin necesidad de preguntar. Y aunque las redes sociales permiten compartir estos momentos con sus miles de seguidores, lo cierto es que esta experiencia tiene mucho de íntima, de reparación emocional y de reencuentro interior. La sobrina de Isabel Pantoja no necesita decirlo explícitamente para que se entienda que esta caminata hacia El Rocío es también una caminata hacia una versión de sí misma más plena, más serena y más arraigada a sus orígenes.

Mientras en casa la esperan David y Alma, y mientras Isa Pantoja se prepara para dar a luz en las próximas semanas, Anabel continúa avanzando en su camino, uno que no solo la lleva hasta una ermita en la aldea de Almonte, sino que la reconduce hacia lo más profundo de su identidad. Lejos de los focos más mediáticos, esta promesa cumplida demuestra que hay espacios donde lo importante no son las cámaras ni los titulares, sino el silencio compartido con la tierra, la fe, la música rociera y los recuerdos que se avivan paso a paso, al ritmo del corazón.

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