La fatiga que muchos experimentamos al acercarnos al final del año no es una simple invención de nuestra mente agotada, sino una realidad palpable que tiene raíces más profundas de lo que solemos imaginar. Ese lastre que nos impide rendir al máximo, disfrutar de los pequeños momentos o, simplemente, levantarnos de la cama con energía, es una señal de que algo en nuestro organismo podría no estar funcionando a pleno rendimiento. No se trata solo de las comilonas navideñas o del estrés acumulado, sino de un posible desequilibrio interno que merece nuestra atención.
A menudo, achacamos este estado a la presión laboral, a las obligaciones familiares o al inevitable ciclo de las estaciones, pero la verdad es que nuestro cuerpo podría estar enviándonos mensajes cifrados sobre carencias nutricionales o disfunciones que, si se ignoran, pueden cronificar ese cansancio y afectar seriamente nuestra calidad de vida. Comprender las causas subyacentes de esta fatiga es el primer paso para recuperar esa vitalidad perdida y afrontar los retos con una perspectiva renovada, algo crucial cuando el calendario parece pesar más que nunca.
3MÁS ALLÁ DE LAS VITAMINAS: OTRAS CAUSAS OCULTAS DE TU AGOTAMIENTO Y FATIGA

El hierro es otro micronutriente cuya carencia puede estar detrás de una fatiga que no cede. La deficiencia de hierro conduce a la anemia ferropénica, una condición en la que el transporte de oxígeno a todas las células del cuerpo es deficiente, lo que se traduce directamente en una falta de energía, palidez, dificultad para concentrarse e incluso taquicardias. Las mujeres en edad fértil, debido a la menstruación, y las personas con dietas pobres en este mineral son grupos especialmente vulnerables a esta causa de agotamiento.
El hipotiroidismo, una condición en la que la glándula tiroides no produce suficientes hormonas tiroideas, es otra causa significativa de fatiga persistente que a menudo pasa desapercibida. Estas hormonas regulan el metabolismo, por lo que su déficit ralentiza todas las funciones corporales; los síntomas incluyen cansancio extremo, aumento de peso inexplicable, sensación de frío constante, piel seca y problemas de memoria. Un simple análisis de sangre puede detectar esta disfunción, cuyo tratamiento suele revertir la sintomatología y devolver la energía perdida.