La mansión Korhan ya no es un hogar, en Una nueva vida, sino un frenesí de letras. Un matrimonio forzado entre Seyran y Ferit -la pareja más potente de la televisión turca- ha hecho eclosión y ha devorado en un abrir y cerrar de ojos a una de las familias más poderosas de Estambul. La teleserie turca que ha arrasado en más de 120 países, no solamente aborda las relaciones familiares, sino que las devora frente a las cámaras.
El capítulo 38 de este domingo, en Antena 3, deja claro que hay un punto de no retorno. Halis Korhan, el patriarca que gobernaba con el puño de hierro, ha cometido el gran error de subestimar a su propia sangre. El romper sus propias reglas para Nükhet y Kaya no sólo ha hecho quedar en evidencia a Ferit, sino que también ha encendido la mecha de su propia rebelión entre la familia Korhan. Y para más flujito, la irrupción de Talih, la fisioterapeuta que remueve y desmonta el frágil equilibrio de Ferit y Seyran.
EL PATRIARCA QUE CAVÓ SU PROPIA TUMBA

Ningún imperio se derrumba en Una nueva vida, debido a las invasiones foráneas, sino por las fracturas internas que han ido apareciendo. Halis Korhan, el que durante décadas había sido el hombre más temido en Estambul, ha cometido el peor de los errores de un tirano: creer que su poder es incuestionable.
Al presentar a Nükhet como nueva anfitriona o al ceder la posición de su fallecido hijo Fuat a Kaya, no solo ha garantizado con ello una suerte de deshonra hacia la memoria de su primogénito, sino que ha luchado al mismo tiempo contra la misma Gulgun, Orhan y Asuman. Lo que Halis debe entender que lleva consigo un sentido de «unidad familiar», el resto de ellos vive como un cálculo humillante.
El nieto que había sido en el pasado su favorito, Ferit, se ha convertido hace tiempo en el símbolo de tal resistencia: «Esa silla le pertenece a Fuat», le responde a Kaya con una frialdad tal que la sala parece congelarse. Pero Halis, ciego de arrogancia, devuelve tal bofetada que hurta el orgullo familiar con toda gentileza, acepta la drástica reducción de Nükhet en el hogar, aun cuando la misma se acerca a lo que puede ser absurdo.
Ha dejado de ser el rey de su mansión, y la misma no es sino la escena de su propia caída. Pero lo más patético de todo, es que tampoco Nükhet y Kaya son simples peones inocentes. Nükhet, enferma y desesperada, juega al juego de Halis sólo a condición de que su hijo sea reconocido por Halis como el Korhan que lleva 6 meses siendo.
Kaya, por su parte, es consciente de que Halis sabe que la suya es una argucia que castiga a todos los demás, pero la acepta gustosamente, sonriendo a la vez que su borracho amante despierta su ambición. Halis, por otro lado, no tiene la más remota idea de que el tablero en que él cree tener el control está dispuesto para que las piezas tengan autonomía para moverse por sí mismas.
UN AMOR EN LLAMAS EN UNA NUEVA VIDA

El vínculo matrimonial entre Ferit y Seyran en Una nueva vida surgió de la obligación, aunque luego fructificó en el caos, o eso parece, hasta que ‘Talih’ aparece en escena. La persona encargada para la fisioterapia de la lesión de Ferit no solo viene a amenazar su recuperación física, sino que amenaza su ya endeble matrimonio con Seyran; porque hay miradas que no necesitan palabras y las miradas de Talih a Ferit son tan elocuentes que hasta Sultan llega a comentarlas en la cocina.
Seyran intenta siempre ser la de la conciliación entre todos y cada uno de los miembros de la familia. La misma que no recuerda que han sido los causantes de la (in)coherencia de la acción por la que todo ha sido confeccionado como las palabras que enlazan una progresión lógica con la que tomaban las decisiones que tomaban.
Seyran intenta ser la conciliadora con Kaya y con esto lo único y que lo único que logra es que Ferit llegue a considerar cada gesto de amabilidad hacia él; como un acto de traición; hasta llegar a gritarle “¿Eres mi esposa o su abogada?”, apareciendo así la columna que endeuda la riqueza que algún día había tenido su relación.
Las distancias, la magnitud de las relaciones imposibles, futuras o ya pasadas, alimentadas desde el ‘salen’ por los celos, la desconfianza que impera en ella y el fantasmón que no la deja ir, o bien Halis o bien porque las decisiones que toman ella y Ferit son imposibles dado que no existe el aliento seguro. Pero es en la cena familiar donde el auténtico golpe se estrella.
Cuando Kaya enloquece y lanza su acusación de manipulación a Seyran, Ferit reacciona sin titubear: su puño vuela hacia el rostro de su primo. La escena es tan violenta como simbólica. Halis, lejos de mediar, acaba abofeteando a Ferit, cerrando así su destierro. Ferit deja la mansión, pero no lo hace como un derrotado, es un hombre que por fin ha decidido elegir la libertad. Pero, ¿seguirá Seyran a Ferit o el pesadumbre de la familia Korhan es más fuerte que ella?
LA VENGANZA DE UNA REINA SIN CORONA

Ifakat ha sido despojada de su papel como anfitriona, pero no ha sido derrotada. Su destitución no le convierte en una víctima, sino en la más mortífera de las amenazas que recae sobre la mansión. Mientas Halis se divierte jugando a ser dios, Ifakat lleva a cabo su propia venganza a las espaldas de la gente. Su primer blanco es Seyran. Para ella, ordenera a Sultan para que agite en su bebida diaria no es un hecho fortuito sino el pistoletazo de salida de un plan premeditado.
Pero Nükhet también está bajo su mirada. Ifakat no ha olvidado cómo Halis la humilló sentando a Nükhet a su izquierda, una posición que fue suya durante años. La convocada reunión familiar —excluyendo deliberadamente a la presencia de Seyran no es solo un posible plan contra los recién llegados, sino un mensaje a Halis: «Puedes cambiarme de lugar, pero no puedes subestimarme».
Lo peor y lo intolerable de Ifakat es su paciencia. No actúa con rabia, sino por cálculo. Cada palabra, cada mirada, cada sorbo de té envenenado que ingiere Seyran, aún sin saberlo, es un paso más hacia su meta final. Y si hoy Ifakat llegara a golpear, ni Halis, ni Nükhet ni Ferit podrían impedirlo.