La sensación de pereza al despertar, ese ancla invisible que nos retiene en la cama cada mañana, es una batalla que millones de personas libran a diario. No se trata solo de falta de voluntad o de haber trasnochado; a menudo, esta dificultad persistente para iniciar el día, incluso sintiendo que hemos dormido las horas suficientes, es un enigma que va más allá de la simple holgazanería.
Podemos marcarnos objetivos, poner el despertador lejos o prometer a nosotros mismos que esta vez sí saltaremos de la cama con energía, pero la realidad se impone y el cuerpo parece negarse a colaborar, sumiéndonos en una espesa niebla matutina que no se disipa con la ducha ni con el café. Es hora de plantearse si detrás de esa aparente pereza se esconden motivos más profundos, de naturaleza biológica o médica, que requieren una mirada atenta.
2EL RELOJ BIOLÓGICO DESCOMPASADO

Nuestro cuerpo funciona con un sofisticado reloj interno, el ritmo circadiano, que regula los ciclos de sueño y vigilia, temperatura corporal, liberación de hormonas y otras funciones vitales a lo largo de 24 horas. Cuando este reloj se desajusta, ya sea por factores genéticos, hábitos de vida irregulares (como trabajos a turnos o uso excesivo de pantallas por la noche) o incluso la exposición inadecuada a la luz natural, el cuerpo puede tener dificultades significativas para sincronizarse con el ciclo día-noche externo, lo que se traduce directamente en problemas para conciliar el sueño o, como en este caso, una tremenda dificultad para despertar por la mañana.
Una disfunción del ritmo circadiano puede manifestarse de diversas formas, pero una de las más comunes es el síndrome de fase de sueño retrasada, donde el reloj interno está programado para acostarse y levantarse mucho más tarde de lo socialmente aceptado. Esto significa que, aunque la persona intente levantarse temprano para ir a trabajar o estudiar, su cuerpo aún está en «modo sueño profundo» y el despertar se vuelve una lucha extenuante que se confunde fácilmente con pereza. Identificar este desfase es crucial para poder implementar estrategias que ayuden a resincronizar el reloj biológico.