La vivienda no siempre es un hogar. A veces, es una trampa. Otras, una ruina emocional. En el cine español, es un drama que ha atravesado generaciones. Desde la mordaz ‘El Pisito’ (1959) de Marco Ferreri hasta la reciente ‘Los Tortuga’ de Belén Funes, no se pierdan película ni directora, la pantalla ha mostrado cómo encontrar un techo, o perderlo, mancha la vida.
‘Los Tortuga’, una de las películas españolas del año, recoge con sensibilidad y realismo una historia de desarraigo y lucha. Ambientada entre Jaén y Barcelona, el filme sigue a una joven que, acompañada de su madre, deja atrás su tierra en busca de un futuro mejor.
Ella quiere estudiar; ella, resistir. La madre (tan luchadora como orgullosa) acaba siendo víctima de un desahucio al que también arrastra a su hija recién llegada. La madre lo resume en una frase demoledora: «La vida nos ha dado un arañazo».
Ese «arañazo» remite a los problemas que sufría la familia protagonista de ‘Surcos’ (1951), el clásico de José Antonio Nieves Conde, que retrataba el éxodo rural a Madrid de una familia campesina. Más de 70 años después, el trayecto ahora va de Jaén a Barcelona, pero el precio de buscar una vida digna sigue siendo altísimo.
El cine vuelve a ser testigo de un fenómeno real: generaciones enteras se ven atrapadas por unas raíces que no les ofrece oportunidades en el entorno rural y el despiadado mercado inmobiliario que se ha instalado en las grandes urbes.
No es casual que cada cierto tiempo, el cine español vuelva al tema de la vivienda. Desde la tragicomedia de ‘El Pisito’, donde un hombre planea casarse con una anciana moribunda solo para quedarse con su alquiler, hasta ‘Techo y comida’ (2015), donde Natalia de Molina encarna a una madre soltera al borde del desahucio, las películas nos recuerdan que tener un techo es, muchas veces, una cuestión de suerte… o de clase.
AGUJERO NEGRO
El Consejo Económico y Social (CES) lo advierte en sus informes: la vivienda constituye en España el «enorme agujero negro» que impide que la mayoría social (que en buena parte está entretenida odiando a la inmigración) pueda mejorar sus condiciones de vida y bienestar.
El coste del alquiler, la falta de vivienda pública, la especulación y los desahucios configuran un panorama desolador que el cine solo hace visible, no lo inventa. ‘Los Tortuga’ es, en ese sentido, una película necesaria. No solo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta: sin paternalismo, sin morbo, pero con una honestidad que duele. La historia de la joven estudiante y su madre es particular, pero representa a miles. No hay discursos grandilocuentes, solo miradas rotas, silencios incómodos y la ansiedad que genera la precariedad.

En ‘El Pisito’, el protagonista se casaba con una anciana para no quedarse en la calle. En ‘Los Tortuga’, la familia tiene que vaciarse para conseguir un techo. Entre ambas películas hay más de 60 años de distancia, pero una misma pregunta persiste: ¿Cómo cicatrizará esta sociedad el «arañazo» que la atraviesa?
FENÓMENO
‘Los Tortuga’ (apelativo que se daba a quienes escapaban del pueblo cargando con sus pertenencias a cuestas) se suma también al fenómeno cinematográfico rural que sigue la estela del impulso literario iniciado con ‘La España vacía’, de Sergio del Molino.
A películas como ‘As Bestas’, ‘Alcarràs’, ‘Un amor’, ‘Un hípster en la España vacía’ o ‘Lo que queda de ti (esta última, una mirada al mundo rural sin caricaturización pueblerina ni romantización forzada, actualmente en cartelera), se suman también recientes producciones italianas, como el extraordinario drama histórico ‘Vermiglio’ o la simpática comedia ‘Bienvenido a la montaña’.