El ruido estridente de un motor rompiendo la tranquilidad de una calle o el sosiego de una carretera es una de esas molestias que crispan los nervios a cualquiera. Ese bramido, muchas veces buscado deliberadamente mediante alteraciones en el vehículo, no solo es una falta de civismo, sino que también está en el punto de mira de la DGT, que vigila con celo el cumplimiento de la normativa acústica. No es una cuestión menor, pues detrás de ese estruendo se esconden posibles sanciones que pueden aguar la fiesta a más de un conductor aficionado a hacerse notar por los decibelios.
Lo que para algunos es una expresión de potencia o un toque de personalidad para su máquina, para la normativa y para el oído del resto de ciudadanos es, sencillamente, contaminación acústica. Y como tal, está sujeta a regulaciones estrictas que buscan preservar un mínimo de calidad sonora en nuestro entorno. Desconocer estas reglas o, peor aún, ignorarlas deliberadamente, puede acarrear consecuencias que van más allá de una simple reprimenda, llegando a afectar seriamente al bolsillo y a la disponibilidad del propio vehículo, un escenario que la DGT no duda en aplicar cuando la situación lo requiere.
2EL ESCAPE «TRUCADO»: ESA MODIFICACIÓN QUE LA DGT NO PERDONA

Una de las prácticas más habituales entre quienes buscan un sonido más «agresivo» o deportivo para su coche es la alteración del sistema de escape original, una tentación que puede salir muy cara si no se realiza conforme a la legalidad vigente y con componentes homologados. La DGT es consciente de que la sustitución de silenciadores por otros menos restrictivos, la eliminación del catalizador o la instalación de «tubarros» de mayor diámetro son modificaciones relativamente comunes, pero que en la mayoría de los casos incumplen la normativa de emisiones sonoras y de gases, convirtiendo al vehículo en un foco de problemas legales.
No se trata solo de instalar cualquier pieza que prometa un rugido más imponente, sino de asegurar que cualquier cambio realizado en el sistema de escape cuenta con la debida homologación y no excede los límites acústicos permitidos por la DGT. De lo contrario, el conductor se expone no solo a una sanción económica, sino también a la obligación de restituir el sistema original y, en algunos casos, a tener que pasar una inspección técnica extraordinaria para verificar que el vehículo vuelve a cumplir con todos los requisitos legales para su circulación.