El ruido estridente de un motor rompiendo la tranquilidad de una calle o el sosiego de una carretera es una de esas molestias que crispan los nervios a cualquiera. Ese bramido, muchas veces buscado deliberadamente mediante alteraciones en el vehículo, no solo es una falta de civismo, sino que también está en el punto de mira de la DGT, que vigila con celo el cumplimiento de la normativa acústica. No es una cuestión menor, pues detrás de ese estruendo se esconden posibles sanciones que pueden aguar la fiesta a más de un conductor aficionado a hacerse notar por los decibelios.
Lo que para algunos es una expresión de potencia o un toque de personalidad para su máquina, para la normativa y para el oído del resto de ciudadanos es, sencillamente, contaminación acústica. Y como tal, está sujeta a regulaciones estrictas que buscan preservar un mínimo de calidad sonora en nuestro entorno. Desconocer estas reglas o, peor aún, ignorarlas deliberadamente, puede acarrear consecuencias que van más allá de una simple reprimenda, llegando a afectar seriamente al bolsillo y a la disponibilidad del propio vehículo, un escenario que la DGT no duda en aplicar cuando la situación lo requiere.
1LOS DECIBELIOS DE LA DISCORDIA: CUANDO EL MOTOR GRITA MÁS DE LA CUENTA

El umbral de ruido permitido para los vehículos no es un capricho administrativo, sino una medida de protección de la salud pública y del medio ambiente que la DGT se encarga de supervisar. La exposición continuada a niveles sonoros elevados, como los que pueden generar ciertos escapes modificados, tiene efectos perniciosos que van desde el estrés y la alteración del sueño hasta problemas auditivos a largo plazo, especialmente en zonas urbanas donde la concentración de tráfico intensifica el problema. Por ello, mantener el sistema de escape en buen estado y conforme a la homologación original es fundamental, no solo para evitar multas, sino por una cuestión de convivencia.
La normativa establece unos límites máximos de emisión sonora que varían en función del tipo de vehículo, su motorización y su antigüedad, parámetros que los agentes de la autoridad y las estaciones de ITV tienen muy presentes en sus inspecciones. Superar estos límites, ya sea por una modificación intencionada para aumentar el ruido o por un deterioro del sistema de escape, como un silenciador picado o suelto, se considera una infracción. La DGT insiste en que el correcto mantenimiento es clave para no incurrir en estas faltas, que pueden detectarse tanto en controles específicos como en la inspección técnica periódica.