El estado actual de la vivienda de Sheila Devil, hija del icónico cantante Camilo Sesto, ha desatado una nueva oleada de preocupación y polémica en torno a su figura. Los vecinos de la urbanización en la que reside, situada en el municipio madrileño de Torrelodones, han alzado la voz para denunciar la situación de abandono y suciedad que rodea su casa. A través de un reportaje publicado por la revista Semana, se ha podido constatar que el caos y el deterioro del interior del inmueble han comenzado a trasladarse al exterior, generando una evidente alarma vecinal. La fachada de la propiedad, que cuenta con una extensión de 450 metros cuadrados distribuidos en tres plantas, presenta una imagen lamentable, con basura acumulada, restos de obras, desechos domésticos y objetos en evidente estado de deterioro.
2De Camilo Blanes a Sheila Devil

Desde hace tiempo, la figura de Sheila Devil ha despertado inquietud tanto entre sus allegados como en la opinión pública, especialmente por el contraste entre el legado artístico y profesional de su padre, Camilo Sesto, y la dirección errática que ha tomado su vida. Camilo Blanes, nombre con el que fue registrada al nacer, adoptó el seudónimo de Sheila Devil tras hacer pública su transición de género, y desde entonces ha mantenido una presencia intermitente en redes sociales, donde combina momentos de reivindicación personal con publicaciones que reflejan su confuso estado emocional. Su transformación pública y su situación personal han sido objeto de debate en los medios, especialmente por el conflicto constante entre su derecho a la privacidad y la preocupación social por su bienestar.
La herencia que recibió tras la muerte de Camilo Sesto incluía no solo la propiedad ahora deteriorada, sino también un legado artístico y patrimonial que, según muchos observadores, no ha sabido gestionar. La casa de Torrelodones, que en otros tiempos representaba el esfuerzo y el éxito del cantante, se ha convertido hoy en un símbolo del abandono y la pérdida de rumbo. Los vecinos, antes discretos, han optado ahora por denunciar públicamente lo que consideran un problema de convivencia, salud pública y respeto a la comunidad. Mientras tanto, las autoridades locales deberán evaluar la situación para determinar si deben intervenir de forma inmediata y forzosa ante el desbordamiento de basura y residuos.
El caso de Sheila Devil vuelve a poner sobre la mesa la dificultad de gestionar una herencia mediática en circunstancias personales adversas. Su historia refleja el peso de las expectativas familiares, el impacto del deterioro psicológico no tratado adecuadamente y la dificultad de encontrar estabilidad en un entorno público que escruta cada paso. Más allá del escándalo, lo que subyace es un profundo drama humano que afecta no solo a la protagonista, sino también a quienes la rodean y a quienes comparten vecindario con ella. Mientras las imágenes del desastre exterior comienzan a circular por redes y medios, muchos se preguntan cuánto más podrá sostenerse esta situación sin que se produzca una intervención definitiva por parte de las autoridades o de su entorno más cercano. La preocupación, lejos de disminuir, no hace más que crecer.