En Renacer, la vida nunca es previsible. Lo que empieza como un día cualquiera puede siempre llegar a concretarse como un claro punto de no retorno que en cuestión de segundos puede ser determinante.
Esta semana, la serie turca vuelve a demostrar cómo las decisiones repentinas, las mentiras inconfesables y los sentimientos desbordados pueden cambiar la vida de sus personajes. Con un beso que hace surgir dudas y un accidente inesperado que llega de la nada, los personajes de este dramón se encuentran con todas esas situaciones límite que amenazan con cambiar el sentido de las relaciones y los destinos que les esperan.
1EL BESO COMO PUNTO DE INFLEXIÓN

Un momento de pasión, en Renacer puede convertirse en una bomba de tiempo. Timur, un hombre hasta el momento confiado, ve como a raíz del inesperado beso dado por Efsun, cae en un laberinto de confusiones. Su actitud cohibida y evasiva no pasa desapercibida para Rengin, con una intuición femenina tan afilada como un cuchillo.
Ella, acostumbrada a leer entre líneas, ve cómo su amado se distancia, cómo sus respuestas se tornan cortantes, y cómo algo invisible juega a ser el mediador entre ellos. Pero Rengin no es de aquellas que se queden tocando las palmas. La aparición de un cabello largo en el abrigo de Timur es, con gran veracidad, la punta del iceberg. Al ser confrontado, él niega en voz baja, pero el silencio que viene a continuación dice más que mil palabras.
La duda, instalada, se agiganta como yerba mala en el corazón de Rengin, y sólo queda un corto periodo de tiempo para que la verdad se imponga. Lo que más intriga es la duplicidad de Timur. Por una parte, parece estar verdaderamente afectado por haber hecho trizas la confianza de Rengin; por la otra parte, no puede dejar de recrear en su cabeza ese beso prohibido. ¿Es sentir culpa o excitación lo que lo martillea?
En ese ínterin, Efsun va jugando con maestría y aparece justo cuando él se esfuerza por olvidarla. Este triángulo amoroso no solo es un conflicto sentimental, sino también un forcejeo de poder. Rengin, a pesar de herida, no es una víctima: su siguiente jugada tal vez le permita reformular las reglas del juego.