Vivimos tiempos paradójicos, donde la abundancia en muchos rincones del planeta contrasta con nuevas y silenciosas pandemias que amenazan con desbordar nuestros sistemas sanitarios y mermar la calidad de vida de millones. Mientras la atención global se ha centrado en crisis infecciosas, un enemigo más sigiloso, la obesidad, se ha ido extendiendo hasta el punto de que la OMS la considera uno de los mayores desafíos para la salud pública mundial, una auténtica plaga moderna que no distingue fronteras ni clases sociales, aunque golpea con más saña a los más vulnerables. Este incremento exponencial del sobrepeso y la obesidad ha transformado lo que antes era una preocupación estética o un signo de opulencia en una compleja enfermedad crónica con profundas raíces sociales, económicas y culturales, obligando a una reflexión urgente sobre nuestros hábitos y el entorno que los promueve.
La magnitud del problema es tal que las cifras se han vuelto escalofriantes, dibujando un panorama desolador si no se toman medidas contundentes y coordinadas. Ya no hablamos de casos aislados o de un problema exclusivo de países desarrollados; la obesidad se ha democratizado de la peor manera posible, afectando a niños, adolescentes y adultos en todas las latitudes. Las consecuencias van mucho más allá del impacto en la báscula, pues esta condición es la antesala de una miríada de patologías graves que comprometen seriamente la salud y suponen una carga económica ingente para las arcas públicas, un desafío que pone a prueba la resiliencia de nuestras sociedades y la capacidad de respuesta de organismos internacionales como la OMS.
4MÁS ALLÁ DE LA BÁSCULA: LAS MÚLTIPLES CARAS DE LA ENFERMEDAD

La obesidad es mucho más que una cuestión de kilos o de estética; es una enfermedad crónica compleja que actúa como un verdadero caballo de Troya para una multitud de patologías graves y debilitantes. Las personas con obesidad tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar diabetes tipo 2, una condición que la propia OMS ha calificado de epidemia paralela, enfermedades cardiovasculares como la hipertensión o el infarto de miocardio, diversos tipos de cáncer, problemas respiratorios como la apnea del sueño y trastornos musculoesqueléticos como la artrosis. Esta cascada de comorbilidades no solo reduce la esperanza de vida, sino que también disminuye drásticamente la calidad de los años vividos.
Además del pesado lastre físico, la obesidad conlleva a menudo una carga psicológica y social considerable, que puede ser tan incapacitante como las propias enfermedades asociadas. El estigma y la discriminación hacia las personas con sobrepeso u obesidad son, desgraciadamente, una realidad extendida en muchos ámbitos, desde el laboral hasta el personal, generando sentimientos de culpa, vergüenza, baja autoestima, ansiedad e incluso depresión. Este sufrimiento emocional, a menudo invisible, agrava la situación y dificulta la búsqueda de ayuda y la adherencia a tratamientos, creando un círculo vicioso del que es complicado salir sin un apoyo adecuado y una mayor concienciación social. La OMS también ha señalado la importancia de abordar estos aspectos psicosociales.