Nunca duerme Valle Salvaje, y mucho menos cuando las piezas del tablero dejan de estar fijas y empiezan a moverse en direcciones insospechadas. La llegada de don Hernando ha hecho temblar las bases de la familia de Gálvez de Aguirre, sacando a la luz rencores ocultos, alianzas inesperadas y un proceso de lucha por el dominio que puede dejar victorias y derrotas irreparables.
Aquello que parecía solo un reencuentro familiar a la antigua ha devenido en una batalla campal en la que nadie puede sentirse seguro. El nuevo capítulo de la ficción española promete levantar opiniones de todo tipo.
1HERNANDO Y EL ARTE DE LA HUMILLACIÓN

Don Hernando no acude a reconciliarse a Valle Salvaje, sino que, en realidad, asiste para reafirmar su dominio. Desde su llegada, no ha dejado pasar la ocasión de dejar claro quién tiene el mando, y en el hijo, Leonardo, ha encontrado su blanco preferido. Las humillaciones, en público, hacia él son tan sistemáticas como bien pensadas, un recordatorio para todos de que en esta familia el apellido no proporciona veneración.
Aunque Leonardo no es precisamente la única víctima; Victoria, la esposa de su hijo, no escapa a los desprecios de Don Hernando. Le trata con frialdad, mientras que el interés repentino por Mercedes, la eterna marginada, se torna visible. ¿Un simple capricho, o hay aquí una estrategia, un acercamiento?
Mercedes, ágil y paciente, parece también entender que es su oportunidad para salir de las sombras, pero en Valle Salvaje nada es gratis. Por su parte, el marqués también fija su atención en Bárbara, la joven que logra lo imposible: transformar a su hijo Alejo. La conexión entre ambos es eléctrica y Hernando, completamente sorprendido, toma una decisión que nadie se esperaba, o tal vez que las circunstancias lo obligan a asumir: quedarse en la casa pequeña.
Lo que, en fin de cuentas, más desconcierta a la familia es que Hernando parece disfrutar el caos que provoca él. Cada palabra de él es el filo de un cuchillo, cada mirada suya es un juicio. Leonardo, hombre estoico, pero acostumbrado al desprecio de Hernando, comienza a evidenciar pequeñas grietas en su estoicismo, mientras que Victoria, en su creciente aislamiento, solo se interesa por el tiempo que le queda para resistir más.
Por su parte, Mercedes juega sus cartas con mucho cuidado. Sabe que el favor del marqués es volátil, pero sabe también que puede ser su boleto de vuelta al centro del juego familiar. ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar para garantizarse que esta vez no vuelva a ser arrinconada? Entretanto, en la pequeña casa, Bárbara va sintiendo la carga de esa mirada inquisidora y se pregunta qué es lo que en el fondo quiere Hernando de ella.