sábado, 17 mayo 2025

‘La Promesa’: La despedida de Curro está más cerca de lo que parece

Los Luján dejan entrever tensión en La Promesa. La llegada de Lisandro de Carvajal y Cifuentes, duque y hombre de confianza de Alfonso XIII, hace tambalear una familia ya quebrada por la cruel experiencia del paso del tiempo. Lo que debería ser una pura formalidad se torna en un campo de minas letales.

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Cada gesto de protocolo, como cada palabra, puede hacer estallar la pólvora, ya que los señores intentan presentar una correcta fachada, y los criados recuerdan las viejas humillaciones que, silenciosamente, intentan resistir.

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IDENTIDADES AL DESCUBIERTO

'La Promesa': La despedida de Curro está más cerca de lo que parece
Fuente: RTVE

El palacio es un escenario de La Promesa, aunque alguien se olvidó el texto, y durante el encuentro lleno de tensiones entre Martina y Lisandro —él, el hombre que pudo haber sido su suegro; ella, la mujer que despojó su mundo—, se produce lo inesperado: Curro entra llevando las bandejas… y el duque le reconoce. El silencio que sigue corresponde a una voz más fuerte que cualquier gritos: el pasado acaba de topar fronto a un presente del que no se pueden prever bien las consecuencias.

Lisandro no debe alzar la voz para imponer su voluntad, sólo una expresión glacial, una mirada calculadora, y es suficiente para que todos entiendan que la situación parece más difícil, Alonso intenta controlar la situación, pero Manuel estalla: «¿Hasta cuando vamos a vivir a rodillas?». La pregunta llega resonando como eco en los corredores, mientras Leocadia y Martina se intercambian miradas cómplices. Saben que la tempestad sólo empieza.

En el exterior de las miradas del duque, Eugenia empieza a idear su propia venganza: cansada de que Lorenzo solo la toque para ponerla a la orden de su mundo, decide tomar la iniciativa: «Si tú no me das un lugar en tu juego, yo haré mi propio juego», parece decir con cada paso que da; su demanda de visitar a la prisión a su hermana Cruz no es solo un capricho, es una jugada.

La tensión entre Martina y Lisandro es innegable. Hay más que rencor en su discurso; tal y como las palabras las encierran hay una historia no narrada, un secreto que podría alterar las reglas del juego. «Usted no tiene derecho a juzgarme», le espeta Martina, con voz titubeante pero firme. El duque, por primera vez, descolocado. ¿Es que, incluso él, tiene puntos débiles?

Mientras tanto, Ángela y Curro se ven atrapados en una decisión acuciante. Ella insiste en continuar ayudando con la investigación. Él sabe que cada paso, lo aproxima al peligro. «No puedo perderte», le confiesa en un extraordinario momento de vulnerabilidad. Por su parte, Ángela con esa determinación que la caracteriza, le responde: «no se trata de perder sino de luchar juntos.» El palacio entero parece contener la respiración.


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