En La Promesa, el palacio familiar de los Márquez de la Vega vuelve a convertirse en el centro de una tormenta perfecta. Una nota anónima llega como un puñal en el corazón de Manuel, amenazando sus aspiraciones de negocios. Mientras, Ángela, Curro y Lope vuelven del casino cargados de interrogantes.
La intriga se va tejiendo en los pasillos del palacio, donde nadie resulta ser totalmente inocente ni culpable. Catalina y Adriano desafían las convenciones, Simona y Toño libran una batalla familiar y Eugenia imprime movimientos calculados que hacen temblar los frágiles cimientos de una paz familiar ya de por sí tambaleante.
3UNA PETICIÓN INESPERADA

Eugenia había ido abriéndose paso dentro del palacio al modo de una espía y como si fuera una estratega. Su conversación con Martina, sin embargo, dejó completamente paralizada a la joven Luján. Martina comprendió entonces que aquella frase corta era una advertencia y no un consejo.
No entendía por qué Eugenia justo tenía que querer separarlos, justo ahora, cuando la investigación de Curro había dado sus frutos, cuando todo aquello empezaba a tener algún sentido, cuando quizás, y solo quizás, las cosas podrían empezar a no ser de algún modo un juego sino todo lo contrario. La madre de Curro parecía jugar una partida diferente y la joven Luján solamente un peón en la pizarra de juego.
La decisión que Martina tomara no solo modificaría su relación con Curro, pues la decisión también podría trastocar la relación de toda la familia. Si obedecía impediría escuchar la voz de su corazón. Si ponía en cuestión lo que Eugenia proponía podría llegar a ocasionar una contingencia en el entorno familiar insoportable. Y mientras tanto, alguien en la zona de las sombras también estaba observando, aguardando el momento propicio, esperando su momento para atacar.
Martina, desesperada, se fue a buscar a Curro para ponerle al tanto de la cuestión. Él, mermado por su investigación, daba escaso crédito al asunto. «Mi madre siempre tiene sus motivos», dijo, sin darse cuenta de la tristeza que reflejaban los ojos de Martina, que, dolida, empezó a pensar que estaba abogando por un amor que no tenía defensor en él y cuya defensa valía la pena.
Eugenia, feliz con el movimiento que había ejecutado, no contaba con que Martina fuera a tener cómplices. Pía, al conocer la solicitud, se prestó a ayudarla. «No permitas que nadie lo decida por ti», advirtió. No obstante, la pregunta que yacía en el aire era clara: ¿qué guardaba Eugenia que resultaba tan peligroso como para alejar a Martina del hijo?
Por otra parte, en los pasillos del palacio, las voces corrían. Alguien había visto a Eugenia hablando, a espaldas del resto, con un extraño. Era parte de su jugada o había otro contendiente? Martina, decidida, continúa su propia investigación, hasta convertirse en la diana de fuerzas más oscuras.