Durante los meses de confinamiento descubrimos que estar rodeados de hormigón puede pasar factura a nuestra salud mental. Aquellos paseos por parques o la simple vista de un árbol se convirtieron en un bálsamo para el ánimo. Sentir el aire libre y el canto de los pájaros ayudó a muchos a desconectar del estrés acumulado.
Hoy sabemos que ese alivio no era solo sensación: el contacto con entornos verdes permite que nuestro cerebro descanse de la tensión diaria. Un pequeño paréntesis visual, como asomarse a un jardín o disfrutar de un balcón con plantas, puede traducirse en un nivel de bienestar sorprendente.
9El camino hacia ciudades más humanas para mejorar la salud mental

Adaptar nuestras viviendas y nuestros barrios a estos tres sencillos principios es un ejercicio de amor propio y de responsabilidad colectiva y que puede mejorar la salud mental. Nada impide que al elegir piso o al evaluar propuestas urbanísticas valoremos la presencia de árboles y parques cercanos.
El verdadero consejo definitivo para proteger nuestra salud mental está en redescubrir la naturaleza cotidiana. Con pequeños ajustes en el diseño urbano y en nuestras elecciones de vivienda, podemos vivir mejor, sentirnos más relajados y cultivar un vínculo profundo con el entorno. Ese cambio no cuesta un euro, solo un poco de atención a nuestro bienstar y poder mejorar nuestra salud mental.